El Señor quería enseñar a su pueblo a reconocer la justicia de sus castigos, para que otros temieran. Había en Israel algunos a quienes la amonestación de este terrible juicio podría evitar que abusaran de la tolerancia de Dios hasta el extremo de sellar también su propio destino. La amonestación divina se hace sentir sobre la falsa simpatía hacia el pecador, que trata de excusar su pecado. El pecado adormece la percepción moral, de tal manera que el pecador no comprende la enormidad de su transgresión; y sin el poder convincente del Espíritu Santo permanece parcialmente ciego en lo referente a su pecado. Es deber de los siervos de Cristo enseñar a estos descarriados el peligro en que están. Los que destruyen el efecto de la advertencia, cegando los ojos de los pecadores para que no vean el carácter y los verdaderos resultados del pecado, a menudo se lisonjean de que en esa forma demuestran su caridad; pero lo que hacen es oponerse directamente a la obra del Espíritu Santo de Dios e impedirla; arrullan al pecador para que se duerma al borde de la destrucción, se hacen partícipes de su culpa, y asumen una terrible responsabilidad por su impenitencia. Muchísimos han descendido a la ruina como resultado de esta falsa y engañosa simpatía. Historia de los Patriarcas y Profetas, Página 376
Cuando se levantan maestros verdaderos para explicar la Palabra de Dios, levántanse también hombres de saber, ministros que profesan comprender las Santas Escrituras, para denunciar la sana doctrina como si fuera herejía, alejando así a los que buscan la ver-dad. Si el mundo no estuviese fatalmente embriagado con el vino de Babilonia, multitudes se convencerían y se convertirían por medio del conocimiento de las verdades claras y penetrantes de la Palabra de Dios. Pero la fe religiosa aparece tan confusa y discordante que el pueblo no sabe qué creer ni qué aceptar como verdad. Página 382 – El Conflicto de los Siglos
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
Síguenos en las redes:
Telegram WhatsApp Facebook