Un abuelo preguntó a uno de sus nietos, «Pedrito, ¿qué quieres ser cuando seas grande?» El niño respondió: «Quiero estar vivo».
Sin duda este niño había escuchado de la situación actual del mundo. Vivimos en un momento difícil de la historia. Nos levan tamos cada día escuchando noticias de guerras y derramamiento de sangre, enfermedades, accidentes y problemas sociales. No en vano Jesús nos advirtió que en los tiempos finales los corazones de los hombres estarían llenos de temor. Serían tiempos difíciles.
Pero hay buenas noticias. Dios ha diseñado un plan para aliviar el estrés que causa el mundo actual en las familias modernas. En su sabio plan de creación, Dios hizo provisión para nosotros mediante un día especial de descanso llamado sábado.
«Así quedaron terminados los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos. Al llegar el séptimo día, Dios descansó porque había terminado la obra que había emprendido. Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en ese día descansó de su obra creadora» (Génesis 2: 1-3).
El sábado: parte de un plan abarcante
Esta no fue una ocurrencia repentina de Dios. Él sabía exactamente lo que nosotros necesitaríamos. Más tarde lo grabaría en el centro de los Diez Mandamientos, en Éxodo 20:8-12. El descanso que ofrece el sábado beneficia en muchas maneras a la familia. En una época en la que las ocupaciones diarias de la vida tienden a alejamos de Dios, este oasis en el tiempo nos recuerda semanalmente a nuestro maravilloso Creador, y nos brinda una oportunidad única de encontramos con él y reflexionar en su bondad.
El salmista declara: «¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas a favor nuestro» (Salmo 107: 8). Pensar detenidamente en el amor de Dios alivia el estrés y es una verdadera terapia para el alma.
A pesar del sufrimiento y de las enfermedades que observamos a diario en este mundo, la bondad de Dios aún es evidente como un hilo dorado que atraviesa la tela de la vida. El profeta Jeremías declaró: «El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota» (Lamentaciones 3:22).
Un regalo para la familia
En contraste con los otros días de la semana, a los que la Biblia califica como de traba jo (Ezequiel 46:1, Éxodo 20:8-10; Deuteronomio 5:12-14), el sábado da a la familia la oportunidad de reunirse de forma relajante y placentera.
Hoy en día, la familia no cuenta con tiempo suficiente para compartir. Vivimos corriendo de aquí para allá. Pero a la puesta de sol del viernes comienza el sábado (Levitico 23:32, Marcos 1:32), y una verdadera paz se apodera de los hogares de quienes observan este divino precepto. Hay quienes reciben el sábado con alabanzas y un espíritu alegre que permanece hasta la puesta del sol del día siguiente. La oportunidad es propicia para que los miembros de la familia conversen sobre las bendiciones que Dios les ha dado, y para realizar actividades en conjunto. El sábado es el día en que solemos asistir a la iglesia a compartir nuestra fe en el Señor. Muchos invierten algunas horas del sábado para visitar a los enfermos y alentar a los que sufren.
El sábado da a los padres una excelente oportunidad de enseñar conceptos religiosos a sus hijos. Además del tiempo habitual que pasamos en la iglesia, las tardes del viernes y del sábado son momentos ideales para enseñarles valores a nuestros hijos mediante relatos bíblicos, con algún libro de carácter religioso o alguna actividad misionera. Podemos también dar la responsabilidad a los más jóvenes de la familia para que organicen estas actividades. El sábado fue ideado por Dios para que fuese una delicia (Isaías 58: 13). Nosotros heredamos de nuestros padres muchas hermosas tradiciones, como la música que escuchamos durante las horas que dura el sábado y que eleva nuestro espíritu; los preparativos especiales para la cena del viernes después del culto familiar; y por supuesto, las ricas comidas del sábado. Todos estos ingredientes ayudan a hacer del sábado una verdadera delicia.
Dios nos dio el sábado para nuestro beneficio, y si lo recibimos con un deseo sincero de honrar a Dios y de ser obedientes a sus mandamientos, sentiremos mucho alivio y recibiremos sus bendiciones. No sin razón el antiguo pueblo judío (y mucha gente hoy) trataban el sábado como a una esposa a la que esperaban con alegría y se entristecían al verla partir. Las bendiciones que se ob tienen gracias a la observancia del sábado no solo duran 24 horas, sino que las llevamos con nosotros durante el resto de la semana. ®
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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