Guardar el sábado es una
declaración que hacemos al
universo, de que pertenecemos
a Dios, nuestro Creador
y Redentor.
¿Es importante? ¿Guardar el séptimo día de cada semana como día de reposo realmente importa? ¿Por qué no el domingo? ¿Por qué no cualquier día? Después de todo, el descanso, el descanso regular, descanso físico y espiritual, es lo que importa. ¿No es el espíritu de la ley más importante que la palabra?
Comencemos por el momento en que fue entregada la ley. Los israelitas eran esclavos en Egipto. Si les hubiéramos preguntado qué hacían, nos hubieran dicho “Somos fabricantes de ladrillos”. ¿Los padres? Fabricantes de ladrillos. ¿Abuelos? Fabricantes de ladrillos. Entre catorce y dieciséis horas por día, siete días a la semana. Sin feriados. Sin vacaciones. Moisés le pide a Faraón para ir al desierto a alabar a Dios. Faraón dice: “No, y vayan ellos y recojan por sí mismos la paja”.
Dios envía plagas y Faraón los deja ir; cruzan el Mar Rojo y llegan al Monte Sinaí. Dios proclama los Diez
Mandamientos y justo en el medio está el sábado: “Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna” (Éxodo 20:8-10).
¿Qué está tratando de decir Dios? “Ustedes no son simples fabricantes de ladrillos. Ustedes ‘me’ pertenecen. Yo los creé. Yo los saqué de Egipto. Ya no son más esclavos. No permitan ser definidos por lo que hacen, sino por quienes son”. Por lo tanto el sábado, cada semana, nos recuerda quienes realmente somos: personas hechas a semejanza de Dios, creadas para ser un alma gemela de Dios.
Sábado y placer
El viernes de la semana de la creación, Dios creó a Adán. Él despertó, miró a su alrededor, y se dio cuenta
que estaba solo. Entonces Dios creó a Eva, y les dio el regalo que llamamos sexualidad que incluye sobre todo el amor y el apoyo mutuo.
Pero aquí está mi problema: a todos les agrada el sexo, pero Dios les dio otro regalo ese mismo viernes de noche: ¡El sábado! ¿Por qué todos hablan acerca de uno de los regalos, pero no del otro? El sexo fue dado para el placer y la familia, pero también lo fue el sábado. Isaías 58:13 llama al sábado delicia. La gente me pregunta, ¿Todavía debemos guardar el sábado? ¿El sábado aún es un requisito para los cristianos? ¿Qué clase de pregunta es ésta? Nadie nos pregunta a los pastores “Todavía debemos practicar sexo? ¿El
sexo aún es un requisito?” El sábado debía ser un regalo increíble, el mejor que Dios podía hacer para nuestro beneficio y placer.
Jesús le dijo a la mujer en el pozo: “Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba
del agua que yo le daré no tendrá sed jamás” (Juan 4:13, 14). Esta mujer había tenido cinco esposos, pero no estaba satisfecha; seguía su búsqueda. Jesús le dijo que encontraría satisfacción únicamente a través de una relación espiritual con él. Es por esto que guardamos el sábado.
Sí, él lo convirtió en un mandamiento, pero fue también un regalo: un día para disfrutar y recordar. “El sábado fue hecho por causa del hombre” (Marcos 2:27); fue un regalo cientos de años antes de convertirse en un mandamiento.
Un día para estar con Cristo
Apocalipsis 3:20 dice que Cristo está golpeando a la puerta, deseando que le abramos y lo dejemos entrar. El sábado es, en última instancia, una ventana en tu relación con Dios. Si estás aburrido del sábado, es una señal bastante clara de que estás aburrido de Dios. Si el sábado no es una delicia, probablemente sea porque la delicia no hace parte de tu cuadro con Dios. “Os he llamado amigos” dijo Jesús (Juan 15:15); la esencia de la amistad es delicia.
Por supuesto, el sábado tiene placer intrínseco, en y por sí mismo, inclusive sin Cristo. Es agradable ¡no tener que trabajar! Pasar tiempo con tu familia y amigos ¡es agradable! Las comidas de los sábados ¡son agradables! Pero el propósito del sábado ¡es la amistad con Cristo!
El sábado forma parte de la condición de ser un cristiano, un seguidor de Cristo, de vivir, amar y servir como él. Eso es lo que deberíamos hacer cada día, y más aún el sábado. Es un “templo en el tiempo”, es su día. Es un día para estar con él y para darlo a conocer. Jesús guardó el sábado, nosotros hacemos lo mismo.
Sabor a cielo
Guardo el sábado porque me permite saborear de antemano, el cielo. Es un recordatorio de la creación: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó” (Éxodo 20:11). El cielo es la restitución de lo que fue la creación; por lo tanto el sábado se orienta tanto más hacia el futuro que hacia el pasado.
En el cielo vamos a poder estar con Dios todo el tiempo; el sábado no trabajamos y estamos libres para estar con él todo el tiempo. En el cielo alabaremos a Dios; por eso el sábado vamos a la iglesia y lo adoramos. Caminamos en la naturaleza, descansamos, comemos con nuestra familia y mejores amigos; es
lo que haremos en el cielo. En el cielo disfrutaremos de calma porque tendremos mucho tiempo. Por eso, el sábado reducimos nuestro ritmo de vida, en protesta contra la ajetreada locura de la vida cotidiana.
Todo esto significa que si realmente quieres tener una regla definida acerca de qué es lo que puedes hacer en sábado, aquí está: si lo podrás hacer en el cielo, ¡lo puedes hacer en sábado! Porque el sábado debería ser como saborear el cielo.
La guerra ¡ha terminado!
Una razón más para guardar el sábado es la celebración de que la guerra ha terminado. Cierta vez en Amsterdam, alguien fue a confesarse al sacerdote.
“Durante la guerra escondí a un judío, un refugiado, en el desván”.“Ese no es ningún pecado”.
“Si, pero le cobré 20 florines por cada semana que estuvo allí arriba”.“Eso no es bueno, pero fue por una
buena causa”.“Muy bien, eso ayuda. Pero… ¿le tengo que decir que la guerra terminó?”
La guerra ha terminado. Cristo ganó la batalla. Él exclamó: “Consumado es”. El sábado celebramos el final de la guerra.
Seis días estamos en el medio de una guerra, pero cada séptimo día nos tomamos un descanso, tenemos un
sábado, una señal de lo que un día será perpetuo, cuando el mal desaparezca y todo volverá a ser como debía ser; el universo entero estará nuevamente en orden.
Pero ¿realmente importa?
¿Realmente importa cuál es el día?
Veamos si esta ilustración ayuda:
Puedes tomar pedazos de tela para limpiar los muebles o el auto, pero en el instante en que las telas están unidas por una costura formando la bandera de tu país, algo ocurre. Ahora ya no puedes usarlas para limpiar tus zapatos. Se vuelve “sagrado”. Hay personas que mueren por esa bandera.
Entonces Dios nos dice que tenemos seis días para cumplir nuestros deberes y realizar nuestros trabajos, pero el séptimo es el día sábado, en el que debemos descansar ante el Señor nuestro Dios (ver Éxodo 20:11). Dios lo convirtió en un día sagrado que representa algo, así como una bandera. Es una declaración de quién eres, y cuáles son tus supremas lealtades.
Cuando vuelvo a casa después de un viaje de trabajo, hay un momento que siempre anhelo; luego de aterrizar en el aeropuerto de Los Ángeles paso por la aduana, empujo mi carrito de equipaje subiendo una rampa, doblo en el ángulo y allí hay una cantidad de gente esperando. Allí están mis hijos, listos para saludarme. Esos dos niños tienen que ser los mismos niños que estaban en mi casa cuando me fui. Mi esposa
¡no podría haberlos cambiado durante mi ausencia! No, esos niños tienen que ser los mismos que ella y yo creamos muchos años atrás! De la misma manera, cuando Dios descienda nuevamente, el sábado debe ser el mismo día que él creó.
En nuestra iglesia tenemos una familia iraquí con tres hijos. Los dos mayores fueron a Irak y terminaron
casándose con dos hermanas de la iglesia de Bagdad (¡es una buena historia!). Suponte que en el primer casamiento, cuando el hermano mayor se sube al vehículo para ir de luna de miel, se
encuentra con la hermana de su esposa.
Él reacciona:
“¿Qué haces aquí?”
“Me estoy yendo de luna de miel”
“De ninguna manera. Busca inmediatamente a tu hermana”.
“Pero eso no importa, somos muy parecidas, somos de la misma familia. No importa cuál de nosotras va.
Vamos ¡quiero ir yo!”
¿Qué dirá él? “Sal del auto!”
Con las relaciones, sí importa. El sábado tiene ese tipo de importancia simbólica para Dios. Implica una enorme declaración de que Dios nos importa lo suficiente como para adorarlo en el mismísimo día que él apartó, miles de años atrás.
¿Listo para mantener tu posición?
En el capítulo 6 de Daniel leemos que el rey lanzó un decreto, forzando a todos a orar solamente a él. Muchos se acercaron para ver si Daniel cambiaría su forma de adorar. Sabemos que algún día se decretará otra ley, y todos estarán mirando para ver si tú y yo cambiaremos nuestro día de adoración.
Desde el cielo Dios observaba para ver qué haría Daniel: oraría en el armario o ¿abriría las ventanas y oraría de la misma forma que siempre lo había hecho? Dios miraba mientras Daniel subía las escaleras y pasando
al lado del armario, abría de par en par las ventanas. Y Dios en el cielo se regocijaba. Daniel se negó a cambiar su forma de adoración. Algún día Dios estará mirando para ver si nosotros nos negaremos a cambiar nuestro día de adoración.
¿Estás dispuesto a ser como Daniel y decidir que Dios es tan importante para ti como para ir directamente a
la ventana, abrirla y adorarlo en el verdadero sábado, abiertamente, sin vergüenza, orgulloso de mantenerte de su lado?
* Todos los pasajes bíblicos son de la versión Reina Valera 1995.
Revista Dialogo Universitario
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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