El ejercicio es esencial

La siguiente, es parte de una carta que Elena G. de White escribiera a Edith Andrews, hija de J.N. Andrews, el primer misionero al extranjero.


La atención de la salud es uno de los deberes más importantes. Nos debemos a nosotros mismos, a la sociedad y a Dios. Los jóvenes y las señoritas son notoriamente descuidados con relación a su salud. Cientos mueren en su juventud, no por acción de la Providencia sino por su propio descuido. Muchas jóvenes salen vestidas livianamente en tiempo de invierno. Otras eligen sentarse a leer o escribir, cuando deberían estar haciendo ejercicio físico. Dios nos ha dado los órganos para utilizarlos; la maquinaria viviente no debe ser dejada inactiva para que se oxide. Se requiere dominio propio para mantener en forma todo el potencial del cuerpo. Muchos que podrían haber tenido larga vida han sufrido una muerte prematura por no haber actuado inteligentemente.

La enfermedad y la muerte han llegado a ser comunes debido a nuestra imperdonable ignorancia de cosas que deberíamos saber. El ejercicio es indispensable para la salud de cada órgano. Si un grupo de músculos es usado en desmedro de otros, entonces la maquinaria viviente no se está usando con inteligencia. 

Cuando se realiza ejercicio físico se acelera la circulación; el corazón recibe la sangre más rápidamente y de la misma manera la envía a los pulmones. Los pulmones trabajan más vigorosamente y la provisión de sangre es enviada a todo el cuerpo con mayor energía. El ejercicio da nueva vida y fuerza a cada parte del cuerpo. 

Los nervios ganan o pierden fuerza de acuerdo a la forma en que son tratados; si se los usa por mucho tiempo y con tensión, se sobrecargan y debilitan. Si se los usa correctamente, se fortalecen.

El equilibrio es esencial para mantener la salud, y la mente debe entender sus beneficios. Si el ejercicio es considerado un trabajo penoso, la mente no se interesará en la ejercitación de las diversas partes del cuerpo. La mente debe mostrar interés por el ejercicio de los músculos. 

En la educación de la juventud, el ejercicio físico debe ser combinado con el trabajo mental. Las jóvenes que cuentan con buena salud no aprecian su valor. Si su trabajo es sedentario,desprecian otras ramas de labor. Se quejan de cansancio si tienen que hacer ejercicio, cuando eso debiera convencerlas de la necesidad de entrenar sus músculos.—Carta 6, 1885. 

Las leyes de la salud deben ser estrictamente obedecidas—

Se podría evitar una gran parte del sufrimiento si todos nos esforzáramos por prevenir la enfermedad obedeciendo las leyes de la salud. Debe observarse una estricta limpieza. Muchos que se sienten bien, no se toman el trabajo de mantenerse saludables. Descuidan su aseo personal y no se preocupan en mantener su ropa limpia. Las impurezas salen constantemente del cuerpo por los poros, y si la piel no se mantiene en condición saludable, todo el sistema será cargado con impurezas.

Si la ropa que se usa no se lava y ventila frecuentemente, se ensucia con impurezas que provienen de la transpiración. Y si la ropa no es higienizada frecuentemente, los poros de la piel absorben nuevamente las impurezas. Esas impurezas, si no se las quita, son llevadas nuevamente a la corriente sanguínea y distribuidas en los órganos internos. 

La naturaleza trata de liberarse a sí misma de esas impurezas tóxicas. En su esfuerzo por liberarse de ellas produce fiebre y enfermedad. El uso de agua pura y suave puede ayudar a la naturaleza y evitar mucho sufrimiento. Sin embargo muchos, en lugar de remover esos venenos del sistema, toman venenos más poderosos que los que ya están allí.—The Review and Herald, 12 de diciembre de 1899. 

Verdaderos remedios—

El aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimenticio conveniente, el agua y la confianza en el poder divino son los verdaderos remedios. Todos debieran conocer los agentes que la naturaleza provee como remedios, y saber aplicarlos. Es de suma importancia darse cuenta exacta de los principios implicados en el tratamiento de los enfermos, y recibir una instrucción práctica que le habilite a uno para hacer uso correcto de esos conocimientos.—El Ministerio de Curación, 89 (1905).

Influencia del aire fresco—

El aire, preciosa dádiva del cielo que todos podemos tener, nos bendecirá con su influencia vigorizante si no rechazamos su entrada. Démosle la bienvenida,cultivemos un amor por él, y probará ser un precioso suavizador de los nervios. El aire debe estar en constante circulación para que se mantenga puro. La influencia del aire puro y fresco hará que la sangre circule saludablemente por todo el sistema. Refresca el cuerpo y tiende a hacerlo más fuerte y saludable. Al mismo tiempo tiene una decisiva influencia sobre la mente a la que imparte compostura y serenidad. Despierta el apetito, produce una digestión más perfecta, e induce a un sueño dulce y profundo.—Testimonies for the Church 1:702 (1868). 

Es necesaria la luz del sol—

Son pocos los que comprenden que para gozar de buena salud y alegría, deben tener abundancia de luz solar, aire puro y ejercicio físico… 

Ningún cuarto de la casa debiera considerarse totalmente amueblado y adornado sin la alegre y vivificadora presencia de la luz del sol, que es el don gratuito del cielo para el hombre.—The Health Reformer, Abril 1, 1871. 

La bendición del agua pura—

Estando sanos o enfermos, el agua pura es para nosotros una de las más exquisitas bendiciones del cielo. Su empleo conveniente favorece la salud. Es la bebida que Dios proveyó para apagar la sed de los animales y del hombre. Ingerida en cantidades suficientes, el agua suple las necesidades del organismo y ayuda a la naturaleza a resistir la enfermedad. Aplicada externamente, es uno de los medios más sencillos y eficaces para regularizar la circulación de la sangre.—El Ministerio de Curación, 181 (1905).

Agua pura para beber y aire fresco para respirar… da vigor a los órganos vitales, purifica la sangre y ayuda a la naturaleza a vencer las malas condiciones del sistema.—The Review and Herald, 5 de diciembre de 1899.
Hijas de Dios, p.185

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Pensamiento de hoy

- Elena G. White


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