Sus talentos suplen una necesidad
En su vasto plan, el Señor tiene un lugar para cada uno. No ha dado talento alguno que no sea necesario. ¿Es el talento pequeño? Dios tiene un lugar para él, y si es usado con fidelidad hará precisamente aquello para lo cual Dios lo dio. Los talentos de quien habita una casa humilde se necesitan para la obra de casa en casa, y pueden lograr más que los dones brillantes.
Cuando los hombres empleen sus facultades como lo indica Dios, sus talentos aumentarán, su capacidad se ensanchará y obtendrán una visión celestial al tratar de salvar a los perdidos. Pero mientras los miembros de la iglesia sean negligentes e indiferentes hacia la responsabilidad que Dios les ha dado de impartir la verdad a otros, ¿cómo pueden esperar recibir el tesoro del cielo? Cuando los que profesan ser cristianos no sienten preocupación por iluminar a los que están en las tinieblas, cuando dejan de impartir gracia y conocimiento, pierden discernimiento y su aprecio del valor que tienen los dones celestiales; y al no apreciarlos ellos mismos, dejan de sentir la necesidad de presentarlos a otros.
A causa de las oportunidades descuidadas y del abuso de los privilegios, los miembros de esas iglesias no están creciendo “en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. 2 Pedro 3:18. Por lo tanto, son débiles en fe, deficientes en conocimiento, y niños en experiencia. No están arraigados ni afirmados en la verdad. Si permanecen así, los muchos engaños de los postreros días los seducirán seguramente; porque no tendrán visión espiritual para discernir entre la verdad y el error.
Dios desea otorgar el don del Espíritu Santo
Cuando obreros de experiencia inician una campaña de evangelización en un lugar donde hay miembros de nuestra iglesia, es deber solemne de los creyentes que están radicados allí hacer cuanto esté a su alcance para preparar el camino del Señor. Deben escudriñar su corazón con oración y quitar de él todo pecado que les impida cooperar con Dios y con sus hermanos.
En visiones de la noche pasó delante de mí un gran movimiento de reforma en el seno del pueblo de Dios. Muchos alababan a Dios. Los enfermos eran sanados y se efectuaban otros milagros. Se advertía un espíritu de oración como lo hubo antes del gran día de Pentecostés. Veíase a centenares y miles de personas visitando las familias y explicándoles la Palabra de Dios. Los corazones eran convencidos por el poder del Espíritu Santo, y se manifestaba un espíritu de sincera conversión. En todas partes las puertas se abrían de par en par para la proclamación de la verdad. El mundo parecía iluminado por la influencia divina. Los verdaderos y sinceros hijos de Dios recibían grandes bendiciones. Oí las alabanzas y las acciones de gracias: parecía una reforma análoga a la del año 1844.
Dios desea dar a su pueblo el refrigerio del Espíritu Santo, bautizándolo nuevamente en su amor. La falta de poder espiritual no tiene razón de ser en la iglesia. Después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo bajó sobre los discípulos que esperaban, oraban y creían, con una plenitud y poder que llenó todos los corazones. En lo porvenir, toda la tierra debe ser iluminada con la gloria de Dios. Los que habrán sido santificados por la verdad ejercerán sobre el mundo una santa influencia; una atmósfera de gracia rodeará el mundo. El Espíritu Santo obrará en los corazones, tomando las cosas de Dios y revelándolas a los hombres.
El Señor está dispuesto a hacer una obra en favor de los que creen verdaderamente en él. Si los miembros laicos de la iglesia se despiertan para hacer la obra que pueden hacer, y mirando cada uno cuánto puede hacer en la obra de ganar almas para Jesús, emprenden la guerra a su propio costo, veremos a muchos abandonar las filas de Satanás para colocarse bajo el estandarte de Cristo. Si nuestro pueblo decide actuar de acuerdo con la luz dada en estas pocas palabras de instrucción [se refiere a Juan 15:8], veremos por cierto la salvación de Dios. Se producirán reavivamientos admirables. Se convertirán pecadores, y muchas almas serán añadidas a la iglesia. Cuando pongamos nuestro corazón en unidad con Cristo y nuestra vida en armonía con su obra, el Espíritu que descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés, descenderá sobre nosotros.
Consejos para la Iglesia
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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