Inspirado, ¿equivale a original? Esta es una pregunta que ha suscitado debates y reflexiones a lo largo de la historia, especialmente cuando se examina la obra de aquellos que han sido considerados profetas o portavoces divinos. Un caso particularmente interesante es el de Elena G. White, cuya contribución a la teología adventista ha sido fundamental. Al indagar en cómo White incorporó ideas de otros autores, surge una cuestión relevante: ¿es la originalidad un requisito para la inspiración divina?
Al explorar el método de Elena G. White, es esencial recordar que la práctica de aprovechar ideas de fuentes externas no es exclusiva de ella. Los propios escritores bíblicos, desde los autores del Nuevo Testamento hasta Jesucristo mismo, han recurrido a obras no bíblicas en la construcción de sus relatos. Este fenómeno se extiende a literaturas apócrifas y pseudoepigráficas, términos que abarcan libros incluidos y no incluidos en el canon bíblico, respectivamente. Por ejemplo, la posible influencia de Jesús desde el relato de Ahikar, escrito en el siglo V a.C., se sugiere mediante paralelismos notables en sus enseñanzas sobre el arrepentimiento y la productividad.
Asimismo, se encuentra una conexión intrigante entre los Testamentos de los Doce Patriarcas, que datan del siglo II a.C., y las enseñanzas de Cristo sobre la compasión y el servicio. Estos paralelismos plantean preguntas fascinantes sobre cómo las ideas y los relatos de la literatura contemporánea pudieron haber influido en la enseñanza de Jesús.
Es interesante observar que Mateo 11:28-30, un pasaje frecuentemente citado por Elena G. White, parece eco de las palabras de Ben-Sirac, un escritor del siglo II a.C. Este patrón de emplear fuentes no canónicas también se refleja en las epístolas teológicas como Romanos y el Apocalipsis, que, a pesar de ser obras proféticas, incorporan profusamente conceptos de fuentes no bíblicas.
La declaración de Elena G. White sobre el uso de fuentes por parte de Cristo arroja luz sobre su perspectiva de la originalidad en la inspiración. Al afirmar que cada idea presentada por Cristo era propia de él y que no necesitaba tomar prestados pensamientos de nadie, White sostiene que Cristo era el originador de toda verdad. Este enfoque plantea la cuestión de cómo se concibe la originalidad en el contexto de la revelación divina.
El análisis de White respecto al uso de fuentes se extiende a las obras históricas, teológicas y proféticas. Si bien es menos frecuente en los trabajos teológicos y proféticos, sus escritos generan preguntas sobre la naturaleza de la inspiración en estos contextos. La relación entre el contenido de Romanos 1-9 y la Sabiduría, un escrito apócrifo del siglo I a.C., destaca la presencia de ideas no canónicas en una epístola teológica.
La conexión entre el Apocalipsis y obras como 1 Enoc es particularmente intrigante. Más de ochenta versículos del Apocalipsis muestran alguna relación con 1 Enoc, sugiriendo una influencia significativa. Los paralelismos van desde la descripción del juicio final hasta detalles específicos, como los ángeles y la preparación del río Eufrates.
No obstante, es crucial notar que, aunque se encuentren paralelismos, también existen diferencias teológicas sustanciales. La relación entre originalidad e inspiración se pone a prueba cuando se observa que Juan, al escribir el Apocalipsis, probablemente no tenía copias de las fuentes abiertas delante de él. Este fenómeno plantea la pregunta de cómo estas imágenes apocalípticas, provenientes de fuentes no canónicas, moldearon la descripción de Juan sobre el conflicto entre el bien y el mal.
El fenómeno de la expresión «vi» seguida por ideas extraídas de fuentes en los escritos de Elena G. White puede generar preguntas sobre la originalidad en la inspiración. Sin embargo, se encuentran paralelismos bíblicos, como el uso de la expresión por Cristo en la visión de Pablo, que ofrecen un precedente para este tipo de utilización de fuentes externas.
Este análisis destaca la complejidad de la relación entre inspiración y originalidad. La práctica de recurrir a fuentes no canónicas no es ajena a los escritores bíblicos y, por extensión, a figuras como Elena G. White. La cuestión que emerge es si la originalidad es un criterio necesario para evaluar la autenticidad de la inspiración divina. Este dilema nos lleva a considerar la diversidad de métodos a través de los cuales Dios se comunica con sus portavoces, desafiando nuestras percepciones preconcebidas sobre la naturaleza de la revelación divina. En última instancia, la originalidad, o la falta de ella, no puede ser el único criterio para discernir la autenticidad de la inspiración divina, y la riqueza de estas reflexiones invita a una exploración más profunda de la complejidad de la relación entre lo divino y lo humano en el proceso de revelación.
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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