Lección Segundo Trimestre 2025

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Lección 4: para el sábado 26 de abril de 2025

LAS NACIONES – PRIMERA PARTE

Sábado 19 de abril

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 10:1-12; Génesis 12:1–9; 1 Samuel 8:4–18; Mateo 20:25–28; Apocalipsis 18:1–4.

PARA  MEMORIZAR: “Y le fue dado dominio, y gloria y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su dominio es eterno, que nunca pasará, y su reino nunca será destruido” (Dan. 7:14).

El Apocalipsis presenta las soluciones de Dios para nuestro mundo caído. En los últimos capítulos se restablece el acceso al Árbol de la Vida, se levanta la maldición y somos readmitidos en la presencia de Dios. En cierto modo, el Apocalipsis es el libro de Génesis al revés, por lo que este sigue siendo una clave importante para entender cómo se originaron los problemas del mundo.

Uno de los temas clave tanto en Daniel como en Apocalipsis es el gobierno del mundo, una sucesión de intentos humanos de controlar un planeta que pertenece legítimamente a Dios y al que, cuando este horrible episodio de pecado y rebelión termine para siempre, él volverá a gobernar con justicia.

El largo proceso que conduce a ese momento abarca miles de años de experimentos humanos en materia de autonomía que nunca han funcionado, ni siquiera aquellos que proclaman los ideales más elevados, pero nunca alcanzados. Gran parte de la triste historia de la humanidad a lo largo de los siglos no es más que el relato de la tragedia que estos sistemas fallidos han traído sobre la humanidad. Más aún, todo empeorará hasta que se establezca finalmente el “reino eterno” de Dios (Dan. 7:27).

Domingo 20 de abril

NIMROD Y NÍNIVE

El Edén fue creado como el hogar ideal para los seres humanos. Cuando entró el pecado, Dios no tuvo más remedio que retirar a la humanidad del Jardín e impedirle el acceso al Árbol de la Vida, al menos temporalmente.

Fuera del Jardín, los humanos debían trabajar arduamente para subsistir. La vida se hizo más difícil, ya que tuvimos que convivir con el dolor y conseguir el sustento con el sudor de nuestra frente (Gén. 3:16-19). Nuestros primeros padres confiaron en que el Rey legítimo les proveería un camino de regreso al Jardín, y llevaron sacrificios a la entrada del Edén en fiel anticipación de la redención que Dios ofreció desde el principio al mundo caído.

“El Jardín del Edén permaneció sobre la Tierra mucho tiempo después de que el hombre fuera expulsado de sus agradables senderos […]. Aquí venían Adán y sus hijos a adorar a Dios. Allí renovaban sus votos de obediencia a esa Ley cuya transgresión los había arrojado del Edén. Cuando la ola de iniquidad cubrió el mundo, y la maldad de los hombres trajo su destrucción por medio de las aguas de un diluvio, la mano que había plantado el Edén lo quitó de la Tierra. Pero, en la restitución final, cuando haya ‘un cielo nuevo y una tierra nueva’ [Apoc. 21:1], se lo ha de restaurar más gloriosamente embellecido que al principio” (Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 46, 47).

Otros, sin embargo, buscaron “soluciones” humanas para los nuevos problemas, y así nacieron las ciudades-estado con la intención de disfrutar de una vida más fácil y, tal vez, de recuperar lo que se perdió en el Edén.

Lee Génesis 10:1 al 12. La Biblia presenta aquí a una serie de actores políticos clave que aparecen luego en el resto de la Biblia, incluidos Nínive y Babilonia. En vista de lo que sabemos acerca del papel de esas ciudades gracias al registro bíblico posterior, ¿qué podemos deducir del texto leído?

Algunos han llegado a la conclusión de que Nimrod fue un héroe noble, muy parecido a los personajes de la mitología pagana. Sin embargo, cuando la Biblia lo describe como “poderoso en la tierra” y “vigoroso cazador ante el Señor”, no se trata de un cumplido. Nimrod es grande en su propia opinión y está “ante” el Señor en el sentido de que desafía a Dios. Lo que vemos en estos textos es la propagación de la rebelión contra Dios, una rebelión que existirá hasta que sea erradicada para siempre.

¿Por qué el pecado de la rebelión contra Dios es más sutil de lo que percibimos? ¿Cómo podemos resguardarnos de este rasgo tan humano?

Lunes 21 de abril

EL LLAMADO DE ABRAHAM

Génesis 10 dice que la humanidad se dividió en tierras, lenguas, familias y “naciones” (Gén. 10:5; ver también Apoc. 14:6). La palabra que se tradujo allí como “naciones” es goyim, que también designa a los gentiles, o paganos.

Casi inmediatamente después de la introducción de este concepto, Dios llamó a Abraham a salir de una de esas naciones para diferenciarse de ellas y de lo que representaban.

Lee Génesis 12:1 al 9. ¿Por qué llamó Dios a Abram (más tarde Abraham) a abandonar su nación de origen?

La intención de Dios era utilizar a Abraham para establecer una nación que contrastara con los reinos humanos. No debían tener otro rey que Dios mismo. El pueblo debía ejemplificar lo que sucedería si la raza humana regresaba a su Creador. Israel fue establecido con el propósito de que fuera una bendición para “todas las familias de la tierra” (Gén. 12:3). Dios había derramado sobre ellos luz y privilegios que no se habían visto en el mundo desde, quizás, antes del Diluvio.

Lee Deuteronomio 4:5 al 9. ¿Qué estaba diciendo el Señor a los hijos de Abraham, a la nación que se había convertido en el cumplimiento de la promesa hecha por Dios al patriarca?

El plan de Dios no era que solo un individuo diera testimonio en su entorno, sino que toda una nación obrara unida y, en cooperación con Dios, exhibiera la gloria de su carácter ante el mundo. Nota, además, que las “normas y preceptos” que Dios les había comunicado no eran lo que los hacía tan especiales, sino su adhesión a esas normas y preceptos, como resultado de lo cual las demás naciones exclamarían: “¡Qué pueblo sabio y entendido, qué nación grande es esta!” (Deut. 4:6). Por maravillosas que fueran las verdades dadas al pueblo, el hecho de que no vivieran de acuerdo con ellas y las desobedecieran acarrearía maldiciones en lugar de bendiciones, y muerte en lugar de vida.

¿Cómo se aplica hoy a nosotros, los adventistas, el mismo principio, a saber, que es necesario obedecer la verdad además de conocerla?

Martes 22 de abril

RECIBIÓ LO QUE PIDIÓ

Según lo establecido originalmente por Dios, Israel no habría de tener un monarca humano como las otras naciones. Con el tiempo, sin embargo, la fe de Israel flaqueó y anhelaron ser como “las naciones” paganas.

Lee 1 Samuel 8:4 al 18. ¿Por qué los ancianos o líderes querían un rey? ¿De qué manera caemos nosotros en tentaciones similares?

Es importante notar que el hecho de que pidieran un rey implicaba rechazar a Dios como su gobernante. Según lo establecido, la nación debía responder directamente al Creador, y su relación con él se ponía de manifiesto, entre otras cosas, por medio del Santuario y sus servicios. Al solicitar un rey, traerían sobre sí los mismos padecimientos que experimentaban los reinos paganos: reclutamiento militar para las guerras del rey, confiscación de bienes, impuestos y otros males. Descubrirían que los poderosos tienden a gobernar para su propio beneficio, no benévolamente, como Dios.

Además, el nuevo arreglo sería permanente. Se daría a Israel lo que pidiera, pero cuando se diera cuenta de que se había equivocado, el nuevo sistema de gobierno seguiría en pie. “En ese día clamarán a mí a causa del rey que habrán elegido, pero el Señor no los oirá” (1 Sam. 8:18).

Dios conoce la debilidad de su pueblo y predijo desde el principio que Israel pediría un rey humano. Así lo hicieron, y gran parte de la historia sagrada es el relato de las consecuencias de esa decisión.

Lee Deuteronomio 17:14 al 20. Nota que Dios no dice: “Les daré un rey”, sino que es su pueblo quien quiere uno. Dios puso salvaguardas para proteger a su pueblo de algunos de los males del gobierno humano, aunque, como lo demostró la historia de la nación y sus reyes, esas salvaguardas fueron a menudo ignoradas.

Basta con mirar la historia de Israel después de que decidió tener un monarca para ver cuán penosas fueron las cosas para ellos bajo sus reyes. Aunque algunos de estos fueron mejores que otros, incluso los “buenos” hicieron lo malo (piensa en David y Betsabé). En muchos casos, la nación vivió bajo el gobierno de un rey tras otro que hizo “lo malo a los ojos del Señor” (ver 1 Rey. 11:6; 15:26; 16:30; 2 Rey. 3:2, etc.).

Hoy como ayer, todos los gobiernos humanos tienen algo en común: pecadores gobiernan a pecadores. En vista de ello, no debería sorprendernos que las cosas no resulten bien.

Miércoles 23 de abril

LOS GOBERNANTES DE LOS GENTILES

La manera en que Dios se relacionó con Israel ilustra cómo se relacionó con la iglesia cristiana. De hecho, los errores de Israel sirvieron en muchos aspectos para prefigurar los errores de la iglesia. Lejos de poder afirmar que somos espiritualmente superiores al antiguo Israel, los cristianos hemos sido hasta hoy muy susceptibles a ceder a las mismas tentaciones.

Lee Mateo 20:25 al 28. ¿Contra qué error advirtió Jesús a sus discípulos al establecer la obra de la iglesia cristiana?

Israel pidió un rey humano, petición que condujo a la caída moral de la nación. Los reyes se volvieron progresivamente más malvados hasta que Dios permitió que los babilonios llevaran cautivo a su pueblo como una forma de corregir el rumbo.

Algo similar ocurrió en la historia de la iglesia cristiana. Aunque no debían estructurarse como una nación pagana, cuando Constantino llegó al poder y profesó ser cristiano, los creyentes se sintieron aliviados, pues la persecución había terminado. Eso fue una bendición, pero la iglesia luego pensó que podría aprovechar el poder del emperador para su propio beneficio. Algunas importantes discusiones irrumpieron entre los cristianos del cuarto siglo. Cuando la iglesia vio que no podría resolverlas, le permitió al emperador que interviniera. Gradualmente, el obispo de la ciudad de Roma adquirió mayor protagonismo, aunque antes era un obispo superior entre iguales. La iglesia le permitió al Estado intervenir en asuntos religiosos, y una vez que el Estado tuvo un pie puesto dentro de la Iglesia, las cosas fueron de mal en peor.

Al igual que el antiguo Israel, muchos de los capítulos más oscuros de la historia cristiana son el resultado directo del compromiso de la iglesia con el mundo. Así como Israel se volvió hacia la adoración de ídolos y sus reyes se corrompieron por su apetito de poder hasta el punto de sacrificar niños a los ídolos, la iglesia adoptó gradualmente muchos de los medios y métodos de un imperio pagano hasta el punto de que muchos creyentes fieles fueron martirizados porque eran percibidos como amenazas para la Iglesia-Estado.

Dentro de tu cultura y en tu sociedad, ¿cómo pueden estas mismas tentaciones poner en peligro la integridad de tu fe?

Jueves 24 de abril

UNA LUZ PARA LOS GENTILES

Dios estableció la nación de Israel para salvar al mundo, no para condenarlo. La mayoría de nosotros nos sentimos condenados cuando somos confrontados por el comportamiento justo de alguien; así que la existencia de Israel también sirvió para resaltar el pecado y el egoísmo de las naciones vecinas. Los creyentes que viven en armonía con Dios resaltan el carácter justo de él y motivan así a otros a reflexionar. Idealmente, la vida de quienes “guardan los mandamientos de Dios” (Apoc. 14:12) debería ilustrar el carácter divino.

Si los israelitas hubieran actuado como debían y hubieran hecho lo que se les había indicado, las naciones paganas se habrían acercado a ellos de manera pacífica y deseosas de saber más acerca de ellos y de su Dios. Trágicamente, como demostró el cautiverio en Babilonia, estas naciones vinieron a ellos en son de guerra.

El máximo exponente del carácter de Dios fue Jesús, el único ser humano que ha revelado a la perfección cómo es Dios. Pero su ejemplo perfecto, que ciertamente produjo convicción en los corazones, tenía la intención de ser una invitación (ver Juan 3:16-21).

El propósito divino para el establecimiento de la nación de Israel fue el mismo que para la iglesia: él anhela que su pueblo atraiga a los pecadores a Cristo. El llamado contenido en los mensajes de los tres ángeles y transmitido por medio de su iglesia no se dirige a unos pocos elegidos, sino a “toda nación y tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6). Apocalipsis 18:1 predice que toda la Tierra será iluminada con la gloria de Dios antes del regreso de Cristo.

¿Qué nos enseñan los siguientes pasajes acerca del papel que Dios quiere que su pueblo cumpla en el mundo? ¿Cómo podemos aplicar estos principios a nosotros mismos?

  • Números 14:17-21
  • Isaías 42:6; 49:6; 60:3
  • Apocalipsis 18:1-4

Lee nuevamente en Apocalipsis 18:1 al 4 el llamado de Dios a su pueblo para que salga de Babilonia. ¿Cómo sucederá eso? En otras palabras, ¿cómo podemos nosotros, como iglesia que no está en Babilonia, ser utilizados por Dios para llamar a su pueblo que todavía está en ella?

Viernes 25 de abril

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR

Lee Isaías 44:24 a 45:13.

“Poco a poco, primero subrepticiamente y en silencio, y después con más desembozo, conforme iba cobrando fuerza y dominio sobre la mente de los hombres, ‘el misterio de iniquidad’ hizo progresar su obra engañosa y blasfema. De un modo casi imperceptible, las costumbres del paganismo penetraron en la iglesia cristiana. El espíritu de avenencia y conformidad fue refrenado por algún tiempo por causa de las terribles persecuciones que sufriera la iglesia bajo el régimen del paganismo. Pero, habiendo cesado la persecución, y habiendo penetrado el cristianismo en las cortes y los palacios de los reyes, la iglesia dejó a un lado la humilde sencillez de Cristo y de sus apóstoles por la pompa y el orgullo de los sacerdotes y los gobernantes paganos; y sustituyó los requerimientos de Dios por las teorías y las tradiciones de los hombres.

“La conversión nominal de Constantino, a principios del siglo IV, causó gran regocijo; y el mundo, disfrazado con una forma de rectitud, se introdujo en la iglesia. Desde entonces, la obra de corrupción progresó rápidamente. El paganismo, que parecía haber sido vencido, vino a ser el vencedor. Su espíritu dominó a la iglesia. Sus doctrinas, ceremonias y supersticiones se incorporaron a la fe y al culto de los que profesaban ser seguidores de Cristo” (Elena de White, El conflicto de los siglos, pp. 53, 54).

En línea con la pregunta que aparece al final del miércoles, ¿no corremos todos el peligro, sobre todo cuanto más tiempo estemos aquí, de cambiar “la humilde sencillez de Cristo y de sus apóstoles” por la pompa, el poder, los elogios y las tentaciones del mundo? Si pensamos que no es así, nos engañamos a nosotros mismos.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Cuando Dios envió a su pueblo al exilio en Babilonia, fue para ellos un momento especialmente doloroso. Abraham había sido llamado a salir de Caldea para establecer el pueblo del pacto como luz para el planeta, y ahora este pueblo era llevado allí en cadenas. Durante su cautiverio, Dios mostró a Israel lo que podría haber ocurrido si hubieran sido fieles. Nabucodonosor, el gobernante de un sistema totalmente opuesto a Dios, terminó acercándose a Cristo (Dan. 4). Al final del cautiverio en Babilonia, Dios levantó a un rey persa para que sirviera como tipo o representación de Cristo, libertara a su pueblo de Babilonia y lo devolviera a la Tierra Prometida. Aunque Ciro no era israelita, Dios lo eligió para mostrar al mundo el plan de salvación al permitir que el pueblo del pacto regresara a Jerusalén. ¿Qué lecciones podemos aprender acerca de cómo ve Dios a la humanidad a partir del hecho de que usó a personas que no formaban parte de su pueblo para lograr sus objetivos?
  2. Puede que no estemos en Babilonia, pero ¿cuánto de ella puede haber en nosotros? ¿Cómo podemos detectar este problema y corregirlo?