Reflexión del texto: Cumplir la voluntad de Dios al advertir a los perdidos, 21 de noviembre
Cumplir la voluntad de Dios al advertir a los perdidos, 21 de noviembre
Anoche se presentó una escena delante de mí. Tal vez nunca me sienta libre de revelarla completamente, pero revelaré una parte de ella.
Me parecía ver una inmensa bola de fuego que caía sobre el mundo, y que aplastaba grandes mansiones. De lugar en lugar se elevaba el clamor: “¡El Señor ha venido! ¡El Señor ha venido!” Muchos no estaban preparados para recibirlo, pero unos pocos decían: “¡Alabado sea Dios!”
“¿Por qué están alabando a Dios?”, les preguntaban los que sentían que la destrucción venía sobre ellos.
“Porque ahora vemos lo que hemos estado esperando”.
“Si ustedes creían que estas cosas vendrían, ¿por qué no nos lo dijeron?”, fue la terrible respuesta que recibieron. “No sabíamos nada de esto. ¿Por qué nos dejaron en la ignorancia? Todo el tiempo nos veían; ¿por qué no vinieron a visitarnos y a hablarnos del juicio que había de venir, y que debíamos servir a Dios para no perecer? ¡Ahora estamos perdidos!”
Cada miembro de la iglesia debe educar su intelecto para que pueda tener una clara comprensión de la voluntad de Dios con respecto a él; cada uno ha de educar su voz para poder comunicar el conocimiento de las Escrituras a los que las ignoran. Que Dios nos ayude a levantarnos, como Daniel, para recibir nuestra heredad durante los días de preparación que nos quedan.
Padres, enseñen a sus hijos acerca de las cosas que ocurrirán sobre la tierra, y condúzcanlos a prepararse para encontrar a su Señor en paz. Obtengan un conocimiento de las Escrituras. No llenen su cabeza con novelas insensatas... Nunca podemos permitirnos el lujo de usar tabaco o licores alcohólicos o cualquier otra sustancia dañina; pues debemos esforzarnos por mantener la claridad de nuestra mente para la obra de ganar almas...
En este gozoso día... los rescatados exclamarán: “¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado, y vive, Conquistador triunfante!” Qué gozo sentirá entonces el obrero, al acercarse a aquellos a quienes había hablado con temor y temblor, abriendo ante ellos las Escrituras y orando con ellos, inclinando la balanza del lado correcto.