A ustedes y a mí nos ha tocado vivir unos de los momentos más sombríos de la historia de este país. Hemos sido testigos de las atrocidades más inimaginables, y nuestras facultades mentales han sido desafiadas al punto de quiebra.
En esta nación no hemos parado de llorar desde hace mucho tiempo, una tragedia supera a la otra de forma sorprendente.
Si miramos a nuestro alrededor, veremos que el futuro es preocupante, pareciera que el miedo se vino a vivir a Colombia y cada momento se hospeda en un corazón diferente.
La violencia alcanza umbrales que rayan en la demencia, poniendo a prueba nuestra capacidad de resistencia. Por doquier vemos las señales inconfundibles de la maldad, acompañado de tristeza pobreza y desconsuelo.
De manera increíble aun la naturaleza se ha ensañado con nuestro territorio, pues no hemos salido de una catástrofe natural cuando ya estamos inmersos en otra.
En Colombia la vida no tiene valor para muchos, y por eso para ellos es fácil matar y asesinar sin siquiera pestañar, al tiempo que nos desangramos en medio de una guerra fratricida y sin sentido.
El hogar, la institución que en el pasado fue mirada como la esencia misma de la sociedad se está desintegrando. Las frías estadísticas dicen que en el último año los divorcios se incrementaron un 143 %
Lo que está pasando en nuestra patria es alarmante. Miremos:
Más de 1600 mujeres son asesinadas cada año en nuestras ciudades y los principales agresores son sus esposos o sus propios hijos.
Anualmente 600 personas menores de 21 años son presa del suicidio.
Los niños que son el presente y futuro de esta nación no escapan a la demencia que se está apoderando de nuestra población, y están siendo abusados, maltratados, violados, y asesinados sin misericordia alguna.
Todo esto es señal de un país que está enloqueciendo por causa del alcohol, las drogas ilícitas, la angustia, la ambición desmedida, la desigualdad, la pobreza y la corrupción.
No debe sorprendernos las últimas estadísticas que manifiestan que la salud mental de nuestros habitantes está en crisis ya que el 40% de la población ha padecido algún trastorno mental.
Con un panorama así, no debe extrañarnos que el país esté sucumbiendo en la desesperanza.
A estas alturas es bueno preguntarse ¿Va a parar este deterioro o todavía vienen cosas peores? Respondamos a esa pregunta parafraseando las palabras de Alfred Tennyson“ Nunca será tarde para buscar un país mejor y más nuevo, si en el empeño ponemos coraje y esperanza”
Es por eso que hemos iniciado esta campaña IMPACTO ESPERANZA porque queremos decirle a todos los colombianos QUE LA ESPERANZA SERÁ LA ESPADA QUE ROMPA LAS CADENAS QUE NOS ATAN Y NOS ARRASTRAN AL DESASTRE.
En este país TÚ PUEDES VIVIR CON ESPERANZA.
El filosofo alemán Nietzsche escribió. “La esperanza es un estimulante vital superior a la suerte”
Este estimulante vital, hace falta en nuestro país y por ello con el impacto esperanza queremos, con la ayuda de Dios, sembrar en el corazón de los colombianos que nos lo permitan, la más grande de todas las esperanzas: LA QUE VIENE DE DIOS y que está disponible para todos los seres humanos.
Uno de los hombres más reconocidos en la Biblia fue Job, quien universalmente es símbolo de la paciencia frente a toda clase de adversidades. Cuando había perdido en un accidente a todos sus hijos, todas sus riquezas y lo peor su salud e integridad física, llegó a exclamar en medio de su desespero:
“¿Dónde, pues, estará ahora mi esperanza?” Job 17:15
Y como si lo hubiese escuchado otro personaje bíblico, el rey David escribió este pensamiento registrado en la Biblia en el libro de los Salmos 91:2
“Diré yo a Jehová: esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré”
Dios es la mayor, la real e inagotable fuente de esperanza
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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