En los días de Jesús había mucha confusión con respecto al verdadero Mesías debido a las tantas teorías que el diablo había levantado sobre los pasajes bíblicos que lo anunciaban (Mat 16:13-17). Dos milenios más tarde, en las postrimerías del mundo, la confusión con respecto a la hora en que vivimos parece ser mayor debido a las tantas teorías que el diablo ha levantado con respecto a las profecías que predicen su venida. Siendo que tenemos el privilegio de vivir en una época científica en donde todos los datos necesarios se saben con respecto al origen de las diferentes ideas, convendrá repasar brevemente los principios de interpretación que se levantaron en determinados épocas de la historia cristiana. Lo haremos en forma cronológica para luego considerar el impacto que tienen hoy en el mundo.
- Los problemas que encontramos en el Nuevo Testamento con respecto al verdadero Mesías o Cristo prometido, tuvieron que ver con la identificación del Mesías, no con el escepticismo moderno que niega que se haya tratado de profecías reales.
- Para cumplir con el mandato evangélico de predicar el mensaje a todo el mundo, los primeros cristianos recurrieron a las profecías de Daniel para probar la autenticidad de la Palabra de Dios. Con el propósito de debilitar su mensaje, Celso, Porfirio y otros sabios paganos declararon que las profecías de Daniel fueron escritas por otro autor que, en el S. II antes de Cristo, usó su nombre para hacer creer que sus visiones eran una profecía. Las visiones del presunto Daniel, por consiguiente, eran una «vaticinia post-eventum», es decir, una fábula escrita después que los hechos se dieron. Los así llamados «padres» del segundo y tercer siglos fueron llamados «apologistas», porque tuvieron que defender la fe cristiana de todos esos ataques paganos.
- Tanto los judíos como los cristianos (los así llamados padres y doctores de la iglesia en los primeros siglos), entendieron que el cuarto imperio anunciado por Daniel era el de Roma. De manera que no solamente esperaban su derrumbe, sino también la venida del anticristo que sucedería a los césares o emperadores (la única excepción fue Agustín de Hipona, por creer que el milenio había comenzado con el triunfo del cristianismo sobre el paganismo).
- Esto continuó así durante toda la Edad Media, pero en forma retrospectiva. En lugar de esperar el anticristo para el futuro, fueron identificando cada vez más al anticristo en el levantamiento del papado romano, hasta pasar a ser esa la interpretación dominante de todos los movimientos religiosos opuestos a Roma, ya desde mucho antes de la Reforma del S. XVI.
- Para desviar el golpe, J. Henten primero en 1547, y luego el jesuita Luis de Alcázar en 1614, fundaron la interpretación preterista aduciendo que el anticristo fue Nerón que había sido prefigurado en la historia de Antíoco Epífanes (gobernador griego seléucida que profanó el atrio del templo de Jerusalén a mediados del S. II AC). Notemos que lo que estos autores hicieron fue, en realidad, retomar la crítica pagana contra los cristianos de los primeros siglos, para negar el cumplimiento de la profecía que se refería a sus días).
- Dándose cuenta de que el preterismo jamás iba a poder explicar todo el cúmulo de profecías bíblicas, otro jesuita español, Francisco Rivera (1590) fundó el futurismo, que consiste en posponer toda profecía histórica hacia el futuro. En realidad, ya Tomás de Aquino, el forjador de la teología católica del segundo milenio, había sugerido que el anticristo vendría en el futuro, y reinaría por tres años y medio literales.
- Con el racionalismo de los S. XIX y XX, y el escepticismo típico que se originó con la Revolución Francesa, comenzó a negarse la posibilidad de toda profecía bíblica y a adoptarse el preterismo también dentro del protestantismo y, en general, en toda la cristiandad.
- Con el existencialismo del S. XX, y el sentimentalismo que se originó con el cansancio de los razonamientos intrincados de los eruditos escépticos, volvió a ponerse el énfasis en el futurismo. Todo lo sensacional, que apelase a los sentidos y extasiase la imaginación, comenzaría a tener lugar aún con respecto a las profecías. Siendo que el futuro no cumplido da más posibilidades para este campo de acción, se fue perdiendo interés en el cumplimiento histórico de las profecías bíblicas, para proyectarlas a un futuro mediato o inminente, según la imaginación del autor.
- Hoy muchos autores combinan el preterismo con el futurismo, debido a que captan que ni el uno ni el otro pueden aprobar un examen serio de las profecías apocalípticas. Pero al quitar la espina dorsal que une los dos polos (el pasado y el futuro), revelan el mismo escepticismo de siempre. Al hombre moderno le cuesta encontrar un punto fijo por el cual decir: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros» (Luc 4:21).
- Una nueva escuela de interpretación que deja de preocuparse por ubicar en el tiempo las profecías de la Biblia, se ha denominado como «idealista». Su único objetivo es tratar de extraer el mensaje que el apóstol trata de dar, sin importarle el contenido histórico futuro al que se dirije. Nos preguntamos si las palabras con las cuales Juan concluyó el Apocalipsis no se aplican indirectamente a ellos también, cuando dijo: «A todo el que escuche las palabras del mensaje profético de este libro le advierto esto…: si alguno quita palabras de este libro de profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, descritos en este libro» (Apoc 22:18-19).
- Al comenzar el S. XXI, los adventistas son prácticamente los únicos que se atienen todavía al método historicista. No podemos negar que haya incursiones preteristas, futuristas e idealistas en nuestro medio, debido a que las semillas del escepticismo moderno de las que está impregnada la literatura religiosa fuera de nuestra iglesia, no dejan de ejercer su poder mágico en algunos de nuestros hermanos.
¿En qué consiste el método historicista?
En ver toda una secuencia profética, ininterrumpida, desde los días de los escritores bíblicos hasta el fin del mundo. En el caso del cristianismo, este principio consiste en creer realmente en las palabras que Jesús dejó al irse al cielo: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mat 28:20). Jesús no estuvo solamente con los discípulos en el primer siglo. No estará únicamente con sus discípulos en el fin del mundo, sino también en toda la etapa intermedia. Esto lo demostró especialmente en el Apocalipsis en el mensaje de las siete iglesias (número que indica algo completo y que, como en las siete fiestas de Israel que abarcaban el período completo del año litúrgico, comprenden en el caso del Apocalipsis un mensaje simbólico que abarca toda la dispensación cristiana).
Así como Jesús anunció para el futuro la «abominación asoladora» de la que había hablado el profeta Daniel (Dan 9:27; 11:31; 12:11; Mat 24;15: ubicado por los autores modernos en el pasado macabeo del S. II AC), también anunció los 1260 días-años para el futuro mediante Juan en el Apocalipsis (Dan 7:25; 12:7-9; Apoc 11:2-3; 12:6,14; 13:5: infructuosamente ligados para el pasado macabeo por los preteristas de hoy).
Conclusión.
Dios quiere que sepamos que Jesús es el mismo «ayer, hoy y por los siglos», y que estará con su pueblo hasta el fin. Quiere que confiemos en sus promesas, mostrándonos que así como cumplió las que tenían que ver con el pasado, cumplirá también las que faltan. En especial en la época final en la que vivimos, quiere que prediquemos convencidos y convertidos, el mensaje adventista del pronto regreso el Señor. A un mundo que duda o divaga fantasiosamente con sueños irreales, quiere que le hagamos ver el gran plan de salvación, el propósito divino en la historia humana, y el desarrollo final del conflicto que terminará para siempre con este mundo de maldad.
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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