Aparte de su soberbia comprensión científica, Newton tenía una
profunda devoción a Dios, y ello tiene implicaciones significativas cuando consideramos la relación entre la religión y la ciencia.
Newton no veía con buenos ojos la incredulidad en Dios, pues
afirmó que «el ateísmo es tan insensato y odioso para la humanidad
que nunca ha tenido muchos profesantes», y no aprobaba ligerezas
de ningún tipo en asuntos religiosos. Siempre que ocurrían en su
presencia, las criticaba con severidad. Aunque la mayoría de los
científicos de su época creía en Dios y se refería a él en escritos eruditos, Newton se distinguió por sus numerosos estudios de asuntos
religiosos. Isaac dejó para la posteridad una cantidad prodigiosa de
escritos. Al menos la tercera parte de ellos tiene que ver con cuestiones religiosas.
Especialmente interesado por las profecías, bíblicas, estudió
cuanto pudo sobre el tema, ya estuviese escrito en griego, arameo,
latín o hebreo. Compiló largas listas de las diversas interpretaciones.
Le preocupaban en especial las relaciones entre las profecías bíblicas y la historia, y antes de su muerte ya tenía preparado un manuscrito
que abordaba la interpretación de las fechas históricas.
Los teólogos
y los comentaristas precisaban de ellas para establecer puntos de
referencia correctos para las profecías bíblicas. Su manuscrito fue
publicado de forma póstuma con el título Chronologies of Ancient
Kingdoms Amended [Cronologías corregidas de los reinos antiguos].
Se sintió especialmente interesado por dos libros fundamentalmente
proféticos de la Biblia, Daniel y el Apocalipsis. Al estudiarlos, usó el
mismo enfoque analítico que empleaba cuando examinaba la naturaleza. Tras desarrollar una serie de quince «reglas para interpretar
las palabras y el lenguaje de las Escrituras», llegó a la conclusión de
que las profecías de esos dos libros predecían la historia del mundo.
Hay muchas interpretaciones actuales de esos libros de la Biblia
que aún se hacen eco de las de Newton. Varios años después de su
muerte se publicaron sus estudios de esta disciplina con el título
Observations Upon the Prophecies of Daniel and the Apocalypse of St.
John [Observaciones sobre las profecías de Daniel y el Apocalipsis de
San Juan]. Escribió también sobre la vida de Cristo y otras cuestiones religiosas, mostrando a veces gran independencia en su pensamiento teológico, como al rechazar la enseñanza cristiana tradicional
de la trinidad de la Divinidad. Newton creía, como indica la Biblia,
que todas las naciones derivaban de Noé, y que Dios había creado
todas las cosas, como él mismo dice en los Diez Mandamientos. Para Newton, tanto el estudio de la naturaleza que Dios hizo como
el de las divinas Sagradas Escrituras eran parte de su incontenible
deseo de conocer a Dios más plenamente.
El aura de fervor religioso que rodeaba a Newton le suscitó muchos admiradores. Un renombrado francés intentó fundar una iglesia de la Religión de Newton. Otro francés criticó con severidad a
Inglaterra por no dar el debido respeto a la divinidad de Newton.
Sugirió, además, que se revisara el calendario, que debía empezar
a contar desde la fecha del nacimiento de Newton, y pidió que se
construyese una iglesia en el lugar de nacimiento de Newton.28 El
matemático de origen suizo Fatio de Duiller era buen amigo de
Newton, y una carta escrita por él refleja la profundidad de la espiritualidad y la influencia de Newton. Fatio enfermó y no contaba
con sobrevivir. Escribiendo a Newton lo que pensó que podría ser
su carta de despedida, dijo: «Doy gracias a Dios porque mi alma
está tranquila del todo, en lo que tú has tenido más que ver que
nadie».
Newton encontró el lugar de su último descanso entre los grandes
de Inglaterra en la venerable abadía de Westminster. Paradójicamente,
aproximadamente siglo y medio más tarde, Charles Darwin, que
tenía ideas muy distintas sobre Dios, también fue enterrado en la
abadía de Westminster, a pocos metros de la tumba de Newton.
Cuando visité las tumbas de estos dos grandísimos iconos científicos, no pude evitar reflexionar sobre los legados, contrapuestos en
cuanto a Dios, que habían dejado al mundo. Esa diferencia es la base de gran parte de la discusión en los capítulos que nos quedan por delante.
Para Newton, Dios no era un concepto como otro cualquiera. Tenía una profunda reverencia hacia él, y comentó que «este Ser gobierna todas las cosas, no como el alma del mundo, sino como Señor sobre todos […]. El Dios supremo es un Ser eterno, infinito y absolutamente perfecto». Para él, Dios era también un ser intensamente personal que nos ama y a quien debiéramos amar y respetar. Oímos un eco de sinceridad cuando insiste en que «debemos creer que hay un Dios o Monarca supremo para que podamos temerlo y obedecerlo y guardar sus leyes y darle honra y gloria. Debemos creer que es el padre del cual son todas las cosas, y que ama a su pueblo como hijo para que puedan amarlo mutuamente y obedecerlo como padre».
Es probable que Isaac Newton contribuyese más que nadie a poner la ciencia sobre unos firmes cimientos. Lo hizo aplicando sus normas rigurosas a sus investigaciones y sus publicaciones. Habrá a quienes les parezca paradójico que uno de los principales cientí- ficos del mundo fuese una persona tan intensamente religiosa. Sin embargo, la vida de Newton ilustra claramente cómo la ciencia más excelente y una firme creencia en Dios pueden ir de la mano.
La Ciencia Descubre a Dios, cap, 1. «¿Puede atreverse un científico a creer en Dios?»
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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