La revelación de Dios para nosotros
Muchos lectores encuentran que el Apocalipsis es extraño y con imágenes violentas: dragón, bestia del mar, prostituta, langostas que muerden como escorpiones, sangre, terremotos, granizadas, lagos de fuego, y así sigue, desanimador y hasta repulsivo. Pero su descripción de una nueva tierra donde la pena y el dolor y la muerte ya no existen, donde Dios vive con los redimidos, nos llevan a perseverar en nuestro estudio del mismo.
¿Cómo debiéramos entender este extraño pero maravillosos libro? Al mirar sus probables circunstancias en que fue escrito, obtenemos vislumbres ayudadores.
Durante la última parte de su reinado, el emperador romano Domiciano (81-96) trató de establecer su divinidad en las mentes de sus súbditos forzándolos a adorarlo. El rehusarse trajo el castigo, incluyendo el exilio y aun la ejecución.
Las persecuciones de Domiciano trajo a la cristiandad cara a cara con las más fieras amenazas externas jamás conocidas. Sus recursos eran escasos. Aun era una religión joven. Y de los antiguos líderes robustos – los doce apóstoles – solo quedaba Juan, y él había sido aparentemente exilado a la rocosa y estéril isla de Patmos. Él ya estaba experimentando el destino que les esperaba a los demás creyentes. De tal manera que la iglesia necesitaba de ánimo.
Dios le dio a Juan visiones que llenan este libro para que cumpliera con ese objetivo. El Apocalipsis coloca los problemas que enfrentan los cristianos en la más amplia perspectiva de la lucha entre el bien y el mal, y especialmente, del resultado de esa lucha.
En esta introducción del libro, Juan lo llamó “la Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrarle a sus siervos – cosas que muy luego sucederán” (capítulo 1:1). En otras palabras, el ánimo que el Apocalipsis suministra proviene de su cuadro del futuro.
Esta es una traducción de la Revista “Señales
de los Tiempos” titulada “El Libro del Apocalipsis”, 1997.
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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