La verdadera observancia del sábado es precedida por una preparación en dos etapas distintas.
1. La preparación interior
Una vida santificada por la gracia de Cristo, sin la cual la persona se acerca al sábado como a un mero feriado cualquiera. Este fue precisamente el problema de los israelitas que, aunque guardando formalmente el sábado, fueron impedidos por la «desobediencia» y la «incredulidad» de entrar en el «descanso» de Dios (Heb. 3:18, 19). Sin duda, para santificar el sábado, la persona debe vivir una vida de santificación durante los demás días de la semana. Elena G. de White aclara:
«Pero, a fin de santificar el sábado, los hombres mismos deben ser santos. Por la fe, deben llegar a ser partícipes de la justicia de Cristo. Cuando fue dado a Israel el mandato: ‘Acordarte has del día del reposo, para santificarlo’, el Señor también les dijo: ‘habéis de serme varones santos’ (Éxo. 22:31)».
2. La preparación exterior
Que debe anticipar la llegada del sábado. Aunque en algunos casos esa preparación pueda involucrar más tiempo, el viernes es por excelencia «el día de la preparación» (griego heméra en paraskeués] para el sábado (Luc. 23:54). Se recomienda que antes de la puesta del sol del viernes sean interrumpidas las actividades comerciales y académicas (ver Neh. 13:13-22); la casa esté limpia y arreglada; las ropas lavadas y planchadas; los alimentos susceptibles de ser previamente dispuestos ya debidamente preparados para el sábado (ver Éxo. 16:22-30); y todos los miembros de la familia, ya bañados. Los medios de comunicación seculares, en todas sus formas, deben ser dejados a un lado para que el sábado, rompiendo la rutina de la vida, pueda ser un día de «delicia», un día «santo» (Isa. 58:13).
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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