Cierta vez mi amigo me confió que se sentía mal por algo que había hecho. Lo que más le dolía era que, según él, en el fondo de su corazón no quería hacerla, pero lo hizo. Entonces dijo lo siguiente: «A veces ni yo me conozco». Luego, le dije: «¿Te acuerdas del tal Adán y de la tal Eva? Creo que ya te atrapó su mismo problema».
Más de uno cree que el pecado fue lo que ocurrió cuando Eva comió del árbol prohibido e indujo a su esposo a hacer lo mismo. No se dan cuenta de que el que engañó a nuestros primeros padres también quiere engañamos a nosotros, dominar nuestra vida y alejamos de Dios.
La Biblia habla del pecado como de posicionarse contra Dios y su verdad (Santiago 4: 17), pero también lo presenta como un amo tirano que domina y esclaviza a los que le dan cabida (Romanos 7). Se trata de un poder descomunal que batalla en nosotros y que nos lleva a la realización de cosas que en ocasiones ni deseamos hacer.
El apóstol Pablo, que era un cristiano sincero y lleno del Espíritu Santo, admitió esta realidad en su propia vida cuando dijo: «No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco». «Pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí». «y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí» (Romanos 7: 15, 17,20, NVI).
El mismo lenguaje usado en este texto de muestra que este hombre está en un dilema. Quiere hacer buenas obras y no puede. Por lo que nuestro problema no es solo que estamos condenados a la muerte por ser pecadores, sino que además de serlo, ese poder nos domina.
Permítame que le repita que el único que no solo quita la condenación del pecado sino también el dominio que ahora mismo ejerce en usted es Cristo Jesús. Cuando el mismo Pablo se preguntaba quién lo libraría de tener un cuerpo que se inclinaba hacia lo malo naturalmente, él mismo contestó: «Gracias doy a Dios por Jesucristo, Señor nuestro» (Romanos 7: 24, 25, RV95).
Sí, apreciado lector, Jesús no solo resuelve el problema que el pecado causó en el pasado, sino que también, como dice la Biblia en Judas 24, es poderoso para guardarlo sin caer y presentarlo sin mancha delante de su gloria con gran alegría.
¿No es magnífico tener un Dios que quite el gusto por el pecado y el deseo de hacer lo malo? No sé si usted necesita una iglesia, pero estoy seguro de que necesita a Jesús. Con él, la victoria es fácil y la vida es buena.
Autor: Roberto Herrera
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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