Uno de los mayores problemas de la sociedad contemporánea es la infelicidad y la consecuente infidelidad en el matrimonio. Sintiéndose incapaces de solucionar sus problemas matrimoniales, muchos han optado por el divorcio o por relaciones afectivas extramatrimoniales. Esto se debe, en gran parte, a la tendencia moderna de encarar el amor no como un principio alterocéntrico (centralizado en los demás) sino como un mero sentimiento egocéntrico (centralizado en el propio yo).
De acuerdo con las Escrituras, el matrimonio es un compromiso vitalicio e indisoluble (ver Mt 19: 6), que no puede ser deshecho, excepto por la muerte (ver I Co 7: 8, 9 y 39) o por el adulterio (ver Mt 19 : 3-9) de uno de los cónyuges. Sólo cuando uno de los consortes muere o adultera es que el otro queda libre para contraer nuevas nupcias, si así lo desea. «Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.»(Mt 19: 9, véase también Mc 10 : 11 y 12).
Toda relación sexual extra-conyugal es condenada por el séptimo mandamiento del Décalogo, que ordena: «No adulterarás» (Éx 20:14, véase también Mt 5: 27-32). Juan Bautista fue claro e incisivo en su desaprobación a la relación extramatrimonial de Herodes Antipas con Herodías (ver Mt 14: 1-12, Mc 6: 14-29, Lc 3: 18-20). En ningún momento Juan sancionó la idea de que Herodes podría separarse de su primera esposa para casarse con Herodías, con la que él ya convivía.
El concepto bíblico es que el marido y la esposa se convierten, a través del matrimonio, «una sola carne» (Gén. 2:24) y que esta unión no puede ser deshecha por voluntad humana (ver Mt 19: 6). Pablo afirma en I Corintios 7:10 y 11 que los casados no deben separarse. Si aún así lo hacen, que busquen pronto reconciliarse. En caso de que esta reconciliación no sea más viable, que permanezcan entonces solos. Es evidente, por lo tanto, que no es la mera obtención de un divorcio legal lo que deshace los lazos vitalicios del matrimonio.
La mayoría de las separaciones matrimoniales genera en los cónyuges un sentido de fracaso por la incapacidad de superar el problema. Muchas de las parejas que alegan poseer pleno derecho a divorciarse olvidan que, con esa actitud, están tocando el derecho de sus hijos de tener una familia bien estructurada. Bueno seria, si todas las parejas infelices en el matrimonio leen antes de cualquier decisión extrema, los consejos bíblicos encontrados en Proverbios 15: 1, Mateo 5: 38-48 y I Corintios 13.
Fuente: centrowhite
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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