«El pastor que no aprecia ese compañerismo con los ancianos, está rechazando una bendición y estorbando bastante la obra del Espíritu Santo en esa iglesia.» (D. Turner)
El cargo de anciano no es de invención humana. En los días del Antiguo Testamento, tenemos el ejemplo de cuando Dios ordenó a Moisés que reuniera a los ancianos de Israel y les hablara de la incumbencia que les había sido dada (Exo 3:16).
Y el apóstol Pablo, cierta ocasión, convocó a los ancianos de la iglesia, (Hechos 20:17), exhortándolos a atender «por todo el rebaño sobre lo que el Espíritu Santo os constituye obispos para pastorear la iglesia de Dios» (Hechos 20:28). Vale recordar aquí que en los días apostólicos, anciano, presbítero y obispo eran funciones equivalentes.
Así pues, según esa declaración bíblica, podemos decir con toda la convicción que fue el propio Espíritu Santo, «como el divino administrador de la Iglesia», que inspiro la creación de esa función cuyo registro bíblico a su respecto, el conjunto de sus sagradas virtudes requeridas y el modo de proceder en el ejercicio del ancianado, sirven como un valioso ejemplo que debe ser imitado y seguido por la Iglesia hoy.
El estandar bíblico para elegir un anciano
El cargo de anciano es uno de los más elevados e importantes entre todos los demás y de gran responsabilidad. Por lo tanto, al escoger personas para esa función, se debe ejercer todo el cuidado y prudencia evitando que ciertas «fuerzas» y «presiones» influyan en las decisiones de la comisión. No se debe tener en cuenta simpatía y preferencias personales, parentesco o amistades privilegiadas, pero sobre todo y en primer lugar, su idoneidad moral y espiritual.
Leemos: «Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia…» (Éxo 18:21).
Dice más la Palabra de Dios: «Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría…» (Hechos 6: 3).
Elena G. White llama al anciano de subpastor, cuando escribió:
«Los que ocupan la posición de subpastores deben ejercer una diligente vigilancia sobre la grey del Señor… Los subpastores deben realizar una obra que requiere mucho tacto, siendo que han sido llamados a combatir en la iglesia la desunión, el rencor, la envidia y los celos, y necesitan trabajar con el espíritu de Cristo para poner las cosas en orden.» – Hechos de los Apóstoles, pág. 420
El anciano debe «tener comprobada experiencia religiosa y la aptitud para el cargo. La honestidad en el diezmo, el fiel cumplimiento de deberes particulares o profesionales, la lealtad y sinceridad en la observancia de los principios de la iglesia, son condiciones salientes que deben ser vistas en aquellos que son elegidos para este cargo. – A Administração da Igreja, pág. 79.
En cuanto a la «honestidad en el diezmo» tiene mucho que ver con la avaricia. Por eso, en la elección de los ancianos, en Éxodo el 18:21, un punto destacado que descalificaba a la persona para tan importante función, era la avaricia: «… busca hombres … que aborrezcan la avaricia», pues todo hace creer que el avaricioso no es fiel en la devolución del diezmo. Él sólo piensa en sí, aunque su actitud no respete una determinación divina. En las calificaciones de los ancianos y diáconos de 1 Timoteo 3: 1-13, sólo el «no codicioso» (v.3) estaría cualificado, cumpliendo los demás requisitos, por supuesto. Y la persona que es infiel no puede ser «el ejemplo de los fieles» (1 Tim. 4:12) y, por consiguiente, anciano el de iglesia.
Condiciones técnicas para el cargo de anciano
Ninguna persona debe ser indicada para anciano si, a priori, no tiene condiciones de ser ordenado. El hecho de que ella sea elegida para el ejercicio de esa función significa que automáticamente ella va a recibir la imposición de las manos. «La elección para el cargo de anciano no califica por sí sola a la persona a actuar como anciano. Se requiere la ordenación antes de que el anciano lo tenga autoridad para actuar como tal.» – Manual de la Iglesia, pág. 69.
En ningún lugar del Manual de la Iglesia encontramos alguna declaración diciendo que la comisión debe reunirse para estudiar si un determinado hermano, que ya ha sido elegido para el anciano, debe o no ser ordenado. La propia elección da por entendido que sera ordenado. Cualquier duda debe ser deshecha antes. Si él no tiene condiciones, no debe ser escogido; otro debe indicarse.
Algunos pastores y líderes de iglesia, sin embargo, continúan en esta práctica de nombrar a personas para ese cargo, argumentando que es para que «ellas tengan un período de experiencia y de aprendizaje» y luego, conforme a su desempeño, serán o no o no ordenados. El Manual de la Iglesia no autoriza tal práctica.
No existe el cargo de «Anciano Aspirante», en el momento, al menos. La experiencia y el aprendizaje deben ser adquiridos en el ejercicio de otras funciones de la iglesia, incluso en el diaconado. A veces nuestra tendencia a es ejecutar cosas que no están escritas y dejar de hacer las que están escritas. Entonces, surgen problemas, no pocos, derivados de nuestro comportamiento arbitrario. Y para evitar cualquier inconveniente, tenemos el Manual de la Iglesia que debe guiar todas nuestras iniciativas, tanto de ministros, como de laicos.
Para pensar
Nuestro comentario final tiene como finalidad recordarnos que el propio Dios, por Su Santo Espíritu, concede a la aptitud y dones especiales necesarios a aquel que sirven en esa función.
En 1 Corintio s 3: 9, Pablo ve al hombre como cooperador de Dios; el origen griego SUNERGOS significa literalmente compañero de trabajo. ¿Qué privilegio es el de ser compañero de trabajo de Dios? Sí, un privilegio pero también una responsabilidad.
Querido anciano, en el ejercicio de su función, el hermano es un SUNERGOS, compañero de trabajo de Dios. Él espera fidelidad e integridad. Dios necesita buenos ancianos, y la iglesia también.
Wilson Sari (Revista Adventista)
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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