Experiencias con ángeles, testimonios reales

La era de los milagros divinos no ha terminado. Y la época del amante interés de Dios por nuestras vidas nunca acabará, sino que continuará para los redimidos a lo largo de los siglos. Mientras tanto, oro para que estas experiencias despierte acciones positivas en su vida al atraerlo a un caminar más íntimo con Dios. Compártalas con sus seres amados; podría traerles valor y dirección especial en estos días de grandes desafíos.

Ángeles liberadores

En 1746, Juan Wesley fue a la ciudad de Falmouth a visitar a un hombre enfermo. Mientras estaba en Falmouth, Wesley llevó a cabo algunas reuniones que despertaron la indignación de aquellos que querían permanecer cómodos en la práctica de sus pecados elegantes. Oyendo que Wesley estaba en la casa del hombre enfermo, una turba fue en busca del predicador para golpearlo, y si moría en la golpiza, entonces Inglaterra se desharía de un archi-hereje, según ellos.

Reuniéndose frente a la casa, gritaron: -¿Dónde está el metodista? ¡Queremos al metodista! Wesley no salió, así que la turba decidió entrar a la casa. Tirando abajo la puerta, corrieron hacia adentro y esca- leras arriba. Cuando llegaron al dormitorio, encontraron que la puerta estaba cerrada con llave. Los hombres que estaban adelante se detuvieron. Pero algunos marineros se adelantaron, diciendo:

—¡Basta, muchachos, basta!

Estos hombres musculosos eran poco más que piratas y se gloriaban en una pelea. Turnándose, varios de estos marineros se arrojaron con todas sus fuerzas contra la puerta, y después de algunos golpes, la puerta cayó mientras volaban sus bisagras.

Ahora no había nada entre ellos y el hombre que odiaban tan ciegamente, nada, fuera de los ángeles y el poder de Dios. Wesley se levantó de la silla donde había estado senta- do y, mirando fijamente a los ojos de los hombres, dijo:

—Aquí estoy. ¿Quería alguno de ustedes hablar conmigo? Los hombres airados se quedaron quietos. Sus rugidos y gritos murieron. Mientras Wesley, que medía un metro cincuenta y pesaba menos de 50 kilos, se adelantaba, los hombres se hacían hacia atrás. Wesley avanzó por el pasillo de arriba y los pandilleros se apretaron contra la pared para darle lugar de paso. Todo a lo largo del pasillo y por las escaleras, los atacantes se apretaban contra la pared y el pasamanos como si una fuerza invisible los estuviera apartando. Con mirada ceñuda y la muerte en sus corazones, observaban a Wesley, pero no podían levantar ni un pie ni un puño contra él.

Mientras Wesley se abría paso entre la turba hostil, les hablaba tranquilamente, reprendiéndolos por su odio y deafiándolos a que le dieran por lo menos una razón por su conducta impía.

Centenares de hombres bloqueaban la puerta de afuera y llenaban la calle, pero ellos también se vieron forzados a abrirle paso al diminuto Wesley, que era un gigante en la fe y un campeón de la verdad como rara vez se vio en todas las épocas. Dios comisionó ángeles para proteger la vida de su valiente siervo.

Ángeles Consoladores

Los ángeles son expertos en dar aliento a los hijos de Dios que son probados y perseguidos por su fe, sin importar cuán terribles sean las circunstancias. Si retrocedemos muchos siglos, encontramos a Rufino, un historiador, que nos cuenta la historia de Teodoro, un testigo que sufrió una tortura extrema a manos de Julián el apóstata. En su determinación por hacer que Teodoro negara a Cristo, lo sometió a una tortura humanamente insoportable.

Años después de esa terrible prueba, Rufino se encontró con Teodoro y le preguntó al sufriente fiel:

—¿Cómo pudo soportar el dolor de todas esas torturas implacables?

Teodoro respondió:

—Al comienzo era casi insoportable, y deseaba la muerte como una liberación rápida. Pero justo cuando estaba por expirar del dolor, vi a mi lado a un hombre joven que me secaba el sudor sanguinolento de mi cuerpo con un pañuelo suave y fresco. Me dijo: ‘ten buen ánimo; el Señor está contigo’. Desde ese momento hasta que mis torturadores se dieron por vencidos —continuó Teodoro—, estuve libre de dolor y de temor. Cuando me desataron del potro de tormento, el muchacho desapareció sigilosamente. Sólo Teodoro vio al ángel, y el consuelo que recibió de ese visitante celestial lo sostuvo para enfrentar cualquier otra prueba en su larga vida de testificar a favor de Jesús.

Ángeles evangelistas

Santiago, un colportor evangelista en el Perú, estaba visitando hogares en un área en la que los líderes religiosos locales se oponían fuertemente a la distribución de literatura bíblica. Estos líderes tenían bastante éxito en despertar hostilidad hacia la obra de Santiago en cierto pueblo en el que la mayoría de los hombres eran empleados de una fábrica grande. El gerente de la planta era especialmente hostil a los representantes de religiones “de afuera”. Este era un ambiente que no era fácil de penetrar.

Pero Santiago tenía una gran carga sobre su corazón de llevar el mensaje de salvación a este pueblo. Durante varias semanas lo hizo objeto de oraciones intensas, y finalmente fue impresionado de escoger el 15 de mayo de ese año como el día en que iría a la fábrica y le pediría al gerente que le diera unos veinte minutos con todos los obreros juntos en el taller.

Decidido a que ningún oponente descubriera su propósito, Santiago oraba en silencio e hizo planes en secreto. No le contó su idea a nadie, ni siquiera a su esposa, ni al líder del distrito, ni a la iglesia; no había hecho ninguna nota escrita acerca de su plan. Sólo él y Dios sabían de sus intenciones para el 15 de mayo. En su mente había elegido las 9:00 de la mañana como la hora para esta importante visita. El único indicio era que varias semanas antes, Santiago (sin dar explicaciones) hizo un gran pedido de libros como anticipo optimista del resultado.

Santiago ayunó y oró el 14 de mayo y también a la mañana siguiente. Después de demorarse algunos minutos más en la casa en oración, salió con valor y ansiedad en su corazón. Llegó a la estrechamente vigilada entrada a las 9:10, le dio su nombre al guardia armado, quien sonrió y le dijo: “Pase, pase, usted llega tarde. El Sr. Rosado, el gerente, lo está esperando”.

Asombrado y agradecido por la providencia de ser confundido con otra persona, Santiago siguió ágilmente a un segundo guardia, que lo condujo por una serie de corredores y puertas directamente a la oficina del Sr. Rosado.

—Ah, aquí llegó usted, —tronó el Sr. Rosado—, ¡lo he estado esperando! Pase. Está quince minutos atrasado. Santiago, ahora perplejo, dijo:

—Perdóneme, Sr. Rosado, ¿podría ser que Ud. estuviera esperando a otra persona?

El gerente, dándole una rápida mirada, le preguntó:

—¿Ud. es Santiago, el hombre que vino a mostrarme algunos libros?

—Sí —contestó con asombro creciente.

—Muy bien, su agente me visitó ayer y me dijo que Ud. vendría. El ya me explicó la naturaleza de su misión y materiales. El me mostró la clase de libros que tiene para vender y describió sus beneficios educativos. Entonces él me dijo que Ud. tenía planes de estar aquí a las nueve hoy. De modo que pedí a todos los obreros que se reúnan en el piso principal de la fábrica. Ellos están esperándolo, así que vamos. El tiempo es precioso en su ocupación y en la mía. Caminando como en un sueño, Santiago siguió al gerente hasta el patio de la fábrica. Varios centenares de hombres expectantes estaban mirando. Orando por conducción, Santiago comenzó a hablar con un tono claro y fuerte, e hizo su presentación en unos diez minutos. Cuando terminó, el gerente se puso de pie y dijo:

—Señores, todo lo que él les dijo es cierto. Ustedes deherían comprar estos libros porque les ayudarán a ustedes y a sus familias a ser sobrios, productivos, y a vivir en forma saludable con la bendición especial de Dios. Tómense el tiempo necesario para hacer sus pedidos.

Santiago tomó docenas de pedidos para los libros, que pudo entregar muy pronto, porque había hecho planes previos. Al salir de la fábrica para ir a casa, supo más allá de toda duda que su “agente” sólo pudo haber sido un ángel, pavimentando el camino para este humilde colportor evangelista. Nadie sobre la tierra tenía idea de sus planes.

Ángeles sanadores

Cyril Miller escribe:

“Viajando tarde una noche por un angosto camino rural, me encontré con un accidente casi fatal. Un camión con acoplado entró a mi carril con luces cegadoras y luego giró abruptamente hacia la izquierda para dirigirse a una entrada de vehículos, dejando el remolque directamente en mi carril.

“Automáticamente puse los frenos, viré mi vehículo hacia la derecha en dirección a la zanja lateral, pero fue demasiado tarde. Choqué de frente al camión con acoplado, y me encontré apretado contra el motor que había penetrado hasta el asiento delantero.

“Me desperté oyendo gente excitada tratando de librarme del choque. Un hombre estaba gritando:

—Tendremos que cortarle el pie para poder sacarlo. Yo supliqué:

—Por favor, no me corten el pie. Y oraba: Querido Señor, no permitas que me corten el pie.

“Con un gato levantaron el motor, liberándome, y arrancaron el techo de mi automóvil con una máquina especial de rescate. Luego me sacaron, me subieron a un helicóptero, y me llevaron a un gran hospital en una ciudad cercana.

“Todavía consciente al llegar, le pedí un papel y lápiz a la enfermera que me atendía. Le di un mensaje para el médico, que sencillamente decía: Por favor, no me amputen el pie. De inmediato quedé inconsciente y estuve así como por un mes. Mientras estaba en coma, me pareció como si estuviera en una caverna oscura. Podía escuchar que la gente hablaba, pero no veía nada. Hasta oía a los médicos y enfermeras que decían: No va a poder seguir viviendo.

“Además del pie y la parte baja de la pierna derechos muy dañados, tenía fracturas múltiples en mi brazo, que nunca se arreglaron; costillas fracturadas; pulmones dañados, y otras heridas. Hubo complicaciones adicionales cuando me atacó una neumonía bacteriana y una infección de estafilococos en mis heridas durante el tiempo en que permanecí inconsciente.

“Cuatro semanas más tarde me desperté para descubrir que Dios me había salvado la vida milagrosamente como respuesta a muchas oraciones de amigos en todas partes. Una noche, cuando parecía que no podría pasar con vida esa noche, tres pastores vinieron y me ungieron como instruye la Biblia en Santiago 5:14.

“De allí en adelante hice progresos constantes, excepto que todavía tenía muchos tubos por todo mi cuerpo para mantener la vida. Los tubos estaban en mis brazos para recibir medicación, en mi estómago para nutrirme, en mi vejiga para vaciarla, en mis pulmones para drenarlos, y en mi garganta para respirar.

“Realmente, estuve con un respirador las cuatro semanas de inconsciencia, y en la quinta semana, después de despertar. Una noche, el especialista en pulmones vino y me dijo:

—Puede ser que sus pulmones no se recuperen.

—¿Qué significa eso? —le pregunté.

—Tendrá dificultades para respirar durante el resto de su vida —me contestó.

“Aunque en ese momento no podía respirar sin el respirador, no reconocí cuán malo era el pronóstico. Sumergido en una profunda depresión, pensé: Nunca más seré el mismo, no podré predicar ni siquiera hablar sin dificultad.

“Unas pocas tardes después, un joven a quien nunca había visto antes, vino a mi habitación. Con una voz muy tranquilizadora y dotada de autoridad, dijo:

—Tengo oídos especiales; puedo oír cosas que nadie más puede oír.

“Al poner su estetoscopio sobre mi pecho, le pregunté:

—¿Qué oye?

—Oigo pasar el aire libremente por todos los lóbulos de sus pulmones —me respondió.

“Miré hacia el pasillo y vi a Joyce, quien es ahora mi esposa, esperando, y la llamé para que pasara a la pieza. Después de presentarla al joven, le dije lo que él me había dicho: ‘Tengo oídos especiales y puedo escuchar cosas que nadie más puede oír’.Y le repetí lo que me acababa de decir: ‘Oigo pasar el aire libremente por todos los lóbulos de sus pulmones’. Después de eso, se fue rápidamente.

“Más tarde, mi hermana, su esposo que es pastor, y mi hija vinieron a visitarme. Les conté del joven y de lo que me había dicho. Como ellos habían estado muy cerca de mí

-casi día y noche durante esas semanas críticas— y conocían a todos los que entraban y salían del cuarto, me preguntaron:

—¿Quién es este joven? ¿Qué aspecto tiene? “Yo les contesté:

—Nunca antes había estado conmigo. No lo puedo describir, excepto que era un joven de muy buena apariencia.

“Mi hija me respondió:

—Papá, esas son exactamente las palabras que usó Elena de White para describir a su ángel guardián: un joven de muy buena apariencia.

“Yo pensé que mi hija estaba sencillamente tratando de animarme, de modo que sonreí y acepté su respuesta. “Sin embargo, una semana más tarde, estaba leyendo el libro de Marcos acerca de las mujeres que fueron a la tumba de Jesús la mañana de la resurrección y la encontraron vacía. Dice que miraron adentro y vieron a un joven sentado.

“Comencé a reflexionar sobre todo esto. Los profesionales de la salud sencillamente no hablan como el joven que dijo: ‘Tengo oídos especiales, y puedo oír cosas que nadie más puede oír. Mi especialista de pulmones me visitó como una semana más tarde, y me dijo: ‘Bueno, parece que sus pulmones estarán bien’. Y yo pensé: Yo ja sabía eso.

“Luego razoné: Si los ángeles aparecen como jóvenes en los tiempos bíblicos,y si Elena de White describió a su ángel guardián como un ‘joven de buena apariencia’, entonces tal vez vi a mi ángel guardián. Nunca había visto a este joven antes,y nunca lo he visto después de esta experiencia.

“Le estaba contando a un amigo mío el notable encuentro que tuve y la convicción de que debe haber sido un ángel, y él me contestó:

-Cyril, puedes haber visto a tu ángel guardián. Si no te manda una factura, entonces fue un ángel.

“Uno de mis médicos, especialista en infecciones, el que había dicho: ‘Me parece que no seguirá viviendo’, más tarde reconoció que fui sanado por una “intervención divina”.

“Agradezco a Dios por salvar mi vida y restaurar mi salud. También le agradezco por haber enviado a uno de sus ‘espíritus ministradores’ para darme seguridad y paz mental de que quedaría bien, en el momento en que más necesitaba apoyo.

“Han pasado unos cuatro años desde el accidente, y soy capaz de realizar normalmente mis tareas ministeriales y administrativas, de las que gozo mucho: especialmente la de predicar la Palabra de Dios los sábados, y dirigir reuniones evangelizadoras”.

Ángeles maestros

Las siguientes historias ilustran este papel de maestros de manera asombrosa. La misionera Betty Cott, quien junto con su esposo Alfred llevaron el evangelio al interior de Guvana, cuenta su propia historia:

“Fue con un sentimiento de temor reverente que nos acercamos a la aldea de Owkwa. Nuestros descubrimientos, ¿coincidirían con lo que habíamos oído? Después del saludo indígena usual de estrecharnos las manos, los abrazos, y soplarnos en los oídos, los aldeanos preguntaron:

—¿Podemos ver sus Biblias?

“Quedamos asombrados con esta pregunta. Esta era la primera vez que un indio, al saludarnos, manifestaba algún interés por el Libro que significa tanto para nosotros. “Cuando les mostramos las tres Biblias que habíamos traído, sus ojos se iluminaron con deleite.

—Ustedes son misioneros —afirmaron.

—¿Cómo saben que somos misioneros? —preguntó Alfred.

—Owkwa dijo ustedes tener libro negro de país llamado Inglaterra, así sabemos gente correcta venir.

“Abrimos nuestras Biblias, y por cierto las tres habían sido impresas en Inglaterra. ¿Podría ser que el Señor había estado preparando a esta gente para nuestra llegada mientras nosotros éramos aún niños? Habían pasado años desde que Owkwa había tenido sus sueños. Sacamos la cuenta que eso había ocurrido por 1902.

“El jefe Promi, hijo de Owkwa, le había enseñado bien al pueblo. Esta era la aldea más limpia a la que habíamos entrado alguna vez. La gente estaba más vestida que cualquier otro indio con el que nos hubiéramos encontrado, y sus costumbres eran más higiénicas que las de otras naciones que habíamos conocido.

“Una cosa que nos sorprendió muchísimo fue su conocimiento del idioma inglés. Cuando les preguntamos acerca de cómo habían obtenido ese conocimiento, respondieron:

-Owkwa nos enseñó. Ángel enseñó Owkwa.

“Estaban bastante familiarizados con términos ingleses tales como Santa Biblia, aleluya, Nueva Jerusalén, Espíritu Santo, ‘cuerpo es el templo’, Jesús, Padre celestial, gran luz, Satanás, tristeza, prueba.Teníamos un campo común de comunicación en cuanto a conocimiento bíblico.

“El jefe Promi, con el resto de la aldea siguiéndole, nos acompañó a una choza limpia y blanqueada.

—La construimos para ustedes —nos dijo con orgullo—. Nos llevó muchas lunas.

Profundamente agradecidos por esta provisión, los Cott se acomodaron en ella sin demora. Pronto recibieron la visita de varias niñas de la aldea, que golpearon sus manos fuera de la choza, conforme a la costumbre de “llamar a la puerta”

—Hermana, hermano —llamaron.

Con amabilidad obsequiaron a los Cott algunas bananas, batatas y cassava. Los misioneros se asombraron al ver que las raíces habían sido restregadas hasta quedar limpias, algo que los demás indígenas nunca hacían por su temor supersticioso al agua.

La Sra. Cott escribe:

—¿Por qué limpiaron las hortalizas? —les pregunté a las niñas.

“Madeline, la sobrina del jefe Promi, me ofreció una gran sonrisa.

—Angel dijo Owkwa, lavar comida. Limpio, limpio.

“Acabábamos de terminar de comer cuando el jefe Promi vino a nuestra puerta a informarnos que los indios se estaban juntando para una reunión. Apresuradamente juntamos el proyector, una sábana para usar de pantalla, la trompeta, el saxofón, y caminamos hasta la iglesia blanqueada. Al entrar, nos asombró ver que todo estaba limpio y notamos que había un hermoso ramo de orquídeas en el frente. Esta era la primera vez que veíamos flores en una iglesia en la jungla. Las flores silvestres son tan comuñes que los indígenas no se preocupan de armar ramos con ellas.

“Colocamos nuestra gran sábana como pantalla colgada de una cuerda que fue provista para ello. Para comenzar la reunión los indios cantaron en inglés un canto que nunca antes habíamos oído. Nos pareció música celestial. Las palabras, cantadas con mucho sentimiento, decían algo así: ‘Santo, santo, Dios todopoderoso; amamos al querido Jesús. Anhelamos oír a los ángeles cantando algún día en la Nueva Jerusalén.

“Alfred le pidió a Promi que ofreciera la oración.

“Mientras la gente se arrodillaba, no pude evitar observar a los niños. Se arrodillaron junto a los mayores con mucha reverencia, tapándose los ojos con las manos. Durante toda la oración no oí ni un solo movimiento. Después que Promi comenzó la oración, la congregación se le unió, repitiendo sus palabras de alabanza y petición. La reverencia de estos adoradores nos conmovió hasta lo más profundo.

“Luego de esta oración, Alfred hizo algunas observaciones introductorias, y yo proyecté la primera imagen en la pantalla. Madeline saltó inmediatamente, con el rostro exaltado y los ojos iluminados, exclamando entusiasmada:

—Eso es lo que mi abuelo dijo que los misioneros mostrarían.

“La imagen era de Jesús y los ángeles.

“La siguiente diapositiva era de una mesa preparada para los santos en la Nueva Jerusalén.

—¡Ah, ah! —exclamó Promi—. Esa mesa vio Owkwa, muy, muy larga.

“Más tarde esa noche mostramos una diapositiva de la creación de los animales. El joven esposo de Madeline, un gran cazador, observó:

—Abuelo nos dijo que cuando vayamos al cielo, veremos al tigre y al cordero durmiendo juntos. Eso es lo que yo quiero ver.

“La última diapositiva de la noche era de Cristo viniendo en las nubes de gloria. Cuando la gente vio esto, todos exclamaron emocionados:

¡Owkwa nos dijo esto! Ángel dijo a Owkwa.

“Para poder conocer bien la historia antes de mostrar más diapositivas, Alfred buscó a Promi a la mañana siguiente, cuaderno en mano.

—Por favor, cuénteme tan exactamente como pueda lo que su padre vio.

Promi comenzó:

—Un día mi padre tenía una reunión; de repente dejó de hablar. Sus ojos como vidrio. Miró al cielo, pero no respiraba, aunque estaba parado. Pienso que él muerto.

—¿Cuánto tiempo estuvo así? —preguntó Alfred.

—Hasta que el sol alto. Todos miedo. Nadie había visto esto antes. Algunos lloraban. Algunos trataron de acostarlo. No pudieron moverlo. Estaba como piedra.

—Finalmente, respiró hondo y parpadeó. Le pregunté:

‘Papá, ¿enfermo? Él dijo a mí y a todos, no enfermo; pero él ver cosas maravillosas. Entonces nos describió el cielo como vimos en imágenes anoche. Él habló de un lugar hermoso, mesa larga y todo. Papá dijo cielo lugar brillante. No quería volver a la tierra. Esta tierra lugar malo. Quería quedarse en cielo. Aquí trabajamos con cuchillos y machetes para vivir, pero no en el cielo.

—Eso es asombroso —dijo Alfred . ¿Vino el ángel más de una vez?

—Angel vino muchas, muchas veces.

—¿Cuándo vino el ángel por primera vez?

—Muchas, muchas lunas atrás.Yo niño pequeño. Pero recuerdo. Papá, cuando fue jefe, oró y habló al Gran Espíritu. Muchos, muchos días y noches oró. El decir Gran Espíritu, él querer que su pueblo sea bueno. Entonces vino ángel y habló con él.

—¿Qué fue lo primero que le dijo el ángel?

—Papá tenía tres esposas; ángel le dijo que debía tener sólo una. Owkwa decir dos esposas que se fueran. Esposas enojadas; trataron de envenenar a Owkwa. Él decir a su pueblo que tener que ser limpios, tener una sola esposa. Ángel decirle a papá una noche que debemos guardar el séptimo día como santo. Ángel decir que sábado comienza viernes a la puesta de sol. Tiempo santo hasta que el sol baja nuevamente. No trabajar entonces. Comer poca comida el sábado. Mucha comida hace tener sueño.

—¿Cómo supieron qué día era sábado?

—Ángel dijo a papá qué día.

—¿Cómo llevaron la cuenta de los días desde entonces? Promi sonrió.

—Hacemos cuerda con algodón que mamá cultivó. Atamos nudos. Nudo grande sábado. Fácil.

—¿Dónde adoraban antes de construir la iglesia?

—Choza de papá. La puso toda linda y limpia. Papá decirle a hombres comunes lo que ángel le dijo. Los hombres, buenos, como Owkwa. Trabajaron juntos para construir iglesia. Yo ayudar también. Cuando iglesia terminada, Owkwa decir alguien ayudar mantener iglesia limpia. Poner lindas flores en iglesia.

“Luego, la Sra. Cott les pidió a las mujeres de la aldea que se reunieran para ciarles algunas instrucciones para una vida saludable. Ella escribió:

“Les mostré algunos carteles sobre carnes limpias e inmundas, enfatizando especialmente que la sangre no debía comerse. Había visto cómo muchos indios mataban a un animal y luego lo desangraban para beber la sangre. “Notando las sonrisas en los rostros de todas las mujeres, me pregunté qué había dicho mal. Pero en este momento Madeline no pudo contenerse más. Saltó y se puso de pie con una gran sonrisa en el rostro.

—Pero, hermana, no comemos sangre -dijo entusiasmada—. No carnes inmundas. No cerdo, no conejo, no ratas, no peces sin escamasy se sentó sin aliento. Debió verme sorprendida, porque agregó:

—Owkwa decirnos no. Angel decir a Owkwa.

“Luego intenté un nuevo abordaje. Les dije que no debían hacer cassere (cerveza nativa). Nuevamente aparecieron sonrisas en sus rostros.

—Está bien —dije, riéndome—. No hacen cassere.

—Owkwa dijo: “Emborracha. Sucio. Gente no sirve”

—respondieron varias.

“Cuando les hice una demostración de cómo hacer tratamientos con agua, Margy, la esposa de Promi, me informó que ellos habían tratado de esa manera a sus enfermos durante muchas, muchas lunas.

“Cuando volví a nuestra choza, le dije a Alfred:

—¿Qué puedo enseñarle a esta gente? Todo lo que he tratado de decirles, ya lo están haciendo.

—Yo he tenido la misma experiencia —dijo Alfred—.

En lugar de nosotros enseñarles a ellos, ellos nos están enseñando a nosotros. Su reverencia y sinceridad sobrepasan por mucho cualquier cosa que hemos visto en nuestro país.

—Sí, los oigo cantar y orar a las cuatro de la mañana. Promi me mencionó hoy los detalles del juicio y de las siete últimas plagas, tal como nosotros creemos. Dijo que la tierra sería destruida por fuego y granizo, lo llamó piroto, que significa “disparo”. Esto, dijo, sería arrojado desde el cielo sobre los impíos.

“Un día, Madeline nos dijo que Owkwa les había informado que moriría. El ángel lo había instruido acerca de que no viviria para ver a los misioneros. El los amonestó a que fueran fieles; pero también dijo que algunos se apartarían. Encontramos que esto era cierto. Algunos no permanecieron fieles. Era claro que Owkwa no lisonjeó a su pueblo, sino que los exhortó y los advirtió pacientemente. Al descubrir que el nombre Owkwa quería decir ‘gran luz’, Alfred le preguntó a Promi quién le había puesto el nombre a su padre.

-El ángel decirle a mi padre —respondió Promi—, su nombre ser Owkwa.

“Estos indígenas tenían un canto del sol poniente. Lo cantaban mientras miraban como caía el sol y pensaban en la Nueva Jerusalén, comparando las tristezas y pruebas de este mundo oscuro con las glorias de esa tierra celestial donde no habría noche; y lloraban mientras cantaban.

“Y así pasaron los días de nuestra estadía con este pueblo notable. Nos mostraron una verdad tras otra que Owkwa les había enseñado. Fue muy difícil separarnos de ellos. Sentíamos que habíamos disfrutado de un anticipo del cielo. Recordamos el pasaje de Joel 2:28: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne”.

“En nuestra mente quedó indeleblemente marcada la manera en que esta profecía se estuvo cumpliendo de un modo impresionante como resultado de nuestro emocionante encuentro con los indios Davis. Debe ser evidente para todos los que están marcando el rápido progreso del mensaje en estos últimos días que Dios está usando más que los medios comunes para promulgar su verdad”.


Estas historias son tomadas el libro Caminar con ángeles de E. LONNIE MELASHENKO. Si deseas leer muchas mas historias, puedes adquirir el libro electrónico aquí: Casa del libro

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