Pr. Mark Finley
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Mateo 5: 4.
Si bien no existe una receta rápida que proporcione una solución al dolor insoportable causado por una pérdida irreparable, los consejeros cristianos dan al menos tres principios fundamentales que pueden acelerar la curación emocional. Aquí están:
1. Déjelo salir. Encuentre a alguien con quien pueda hablar sobre sus sentimientos. La tristeza es siempre la respuesta natural a una pérdida. En el Antiguo Testamento, las pérdidas trágicas generalmente iban acompañadas de llantos y lamentos dramáticos. En la sociedad moderna, las demostraciones públicas de dolor a menudo se consideran inapropiadas. Sin embargo, encontrar un hombro para llorar, expresar dolor y compartir sentimientos son partes vitales del proceso de superación.
2. Comprenda el ciclo del dolor. Unas semanas después del 11 de septiembre, hablé con una mujer que había perdido a su marido ese día. Ella mencionó que inicialmente había negado el hecho. No quería creer que su esposo estaba en uno de los aviones estrellados y estaba enojado con la aerolínea. De modo que el desánimo la abatió. La negación, el desánimo y, a menudo, la culpa son emociones normales en estas circunstancias. Tales emociones no siempre vienen en el mismo orden, pero suelen surgir. Si estamos preparados, podremos ocuparnos de ellos tan pronto como aparezcan.
3. Acepta la realidad. Dios no siempre interfiere para prevenir el mal, pero todavía tiene el control. Vivimos en un mundo donde le suceden cosas malas a la gente buena. En la guerra entre el bien y el mal, ocurren muchas bajas. Aunque todavía permite que el mal siga su curso, está en medio del sufrimiento. Está presente para consolar a los que lloran, animar a los desanimados, fortalecer a los débiles y dar esperanza a los desanimados.
En medio del dolor, por fe, podemos tomar Su mano, dejar que Su luz penetre en las tinieblas que nos rodean y dejar que Sus promesas lleven aliento a nuestros corazones. Podemos, sí, esperar días mejores.
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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