El nuevo evangelio que hoy ha surgido, le permite al hombre seguir viviendo la misma vida impía e incrédula de antes a la vez que profesa ser cristiano. A pesar de la vida pecaminosa que lleva y a pesar de la condición perversa de su corazón, mantiene un cierto cascarón o forma externa de religiosidad. Es posible que hasta asista a los cultos, que lea su Biblia, que participe de la Cena del Señor, y hasta enseñe y predique en el púlpito —pero no posee nada real o vital porque Cristo no está en él. ¡No ha habido ningún cambio vital en su corazón por obra del Espíritu Santo!
¿Te das cuenta que este evangelio nuevo niega el poder de la gracia de Dios para romper el poder del pecado en la vida del pecador a través de la salvación y para mantener al alma redimida en el camino de la justicia y de la santidad auténtica? Por el hecho de no conocer este poder, el cristiano carnal se rinde ante la lascivia de la carne disfrazada de “libertad”, y sigue produciendo los mismos frutos de la carne que producía antes de manifestar su decisión de seguir a Cristo o de hacer su profesión de fe. Su profesión de fe no es más que una delgada capa, un endeble revestimiento de cristianismo, no posee el poder vital, dador de vida, que libera al pecador para seguir a Cristo en una vida de renunciamiento y santidad.
“La fe sin las obras es muerta” (Santiago 2:26). Nuestro Señor le dijo a la iglesia en Sardis: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto” (Apocalipsis 3:1). Efectivamente, el cristiano carnal todavía está espiritualmente muerto, y aunque su pastor trate de llevarlo al cielo con su pura predicación ante su ataúd, ¡va a parar al infierno! Éstos son los que Pablo describe en 2 Timoteo 3:5: “Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”.
Los que enseñan este evangelio falso nada saben acerca del poder de nuestro Dios todopoderoso para salvar, romper el poder del pecado y librar al alma cautiva, de modo que ande en una vida nueva en Cristo, la cual es una vida de santidad. Por eso, sus convertidos producen los mismos frutos que se mencionan en los versículos anteriores de 2 Timoteo 3, a saber: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”.
Frutos del verdadero evangelio
Primero, vemos que los frutos que produce el verdadero evangelio en el corazón del hijo de Dios, se manifiestan cuando los comparamos con la semejanza de Cristo. El poder del evangelio obra en la vida del creyente que se ha arrepentido y ha creído, y, en consecuencia, esto lo ha librado del poder y la tiranía del pecado y ha producido en él, el reinado de justicia. Debido a esto, el alma redimida puede andar en una vida nueva por medio del Espíritu Santo que mora en él.
El hijo de Dios es transformado a la semejanza de Cristo cuando el Espíritu Santo produce una vida cambiada de santidad, y, por consiguiente, esto lo separa de la vida de pecado, y lo aparta para el uso de Dios. Todo esto es efectuado por el poder del Espíritu Santo, que se denomina santificación progresiva (2 Corintios 3:17, 18). Vemos ahora que el fruto del Espíritu Santo es producido en el alma redimida tal como lo describe Gálatas 5:22; “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. También, por su poder divino se le conceden “preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:4). Y el poder de Dios nos guarda a cada uno por medio de la fe para salvación hasta el momento en que nos lleve a estar con nuestro Señor para siempre jamás (1 Pedro 1:4).
Ya ves, todo lo que necesitamos para toda la eternidad lo recibimos en Cristo, y la fe recurre a la Palabra de Dios que es fiel y vence diariamente al pecado, a Satanás y al mundo: “Antes en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37). ¡Tales son los frutos producidos por el verdadero evangelio en el corazón de los hijos de Dios!
Contenido del libro
- El evangelio falso del cristianismo carnal.
- Muerte al yo y al pecado
- Libre del castigo y del poder del pecado: Primera parte
- Libre del castigo y del poder del pecado: Segunda parte
- ¿Por qué debe el cristiano morir al pecado?
- No hay un cambio de conducta ni de opiniones
- No hay un cambio en los afectos
- “Amadores de sí mismos”
- “Amadores del dinero”: avaricia
- “Amadores de los deleites”
- El engaño del cristianismo carnal
- Los resultados fatales del cristianismo carnal
- Error: Dos tipos de cristianos
- El hombre espiritual en Romanos 8
Hola mi nombre es Maros Baltazar Diaz estoy en la ciudad de Lázaro Cárdenas Michoacán, y estoy muy contento de poder encontrar material bíblico de donde echar mano para capacitación y enseñanza. les agradezco mucho Dios les bendiga siempre saludos y bendiciones.
Bendiciones!!