La misión de Jesús en la Tierra fue clara: salvar al mundo. Su enfoque era mundial, y su estrategia para lograrlo es un modelo que todavía hoy podemos aprender y aplicar en nuestras vidas y en la obra de evangelización de la Iglesia. Jesús dijo: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» (Mateo 28:18-20).
Sin embargo, a pesar de esta clara comisión, la Iglesia a menudo se enfrenta a desafíos en su misión de evangelización. A lo largo de los años, se ha preguntado si los métodos de evangelismo utilizados son verdaderamente efectivos y si la Iglesia está cumpliendo con la Gran Comisión de Cristo. A pesar de los esfuerzos constantes y programas de evangelización, es evidente que la Iglesia a menudo lucha por retener a sus miembros y atraer a nuevos creyentes. ¿Dónde radica el problema?
Jesús, a través de su vida y ministerio, nos brinda una visión única sobre cómo llevar a cabo una verdadera misión mundial. Su método, aunque aparentemente sencillo y silencioso, es profundo y efectivo. Jesús se enfocó en unos pocos discípulos a quienes preparó de manera íntima y personal. Su estrategia no se basaba en programas masivos de evangelización, sino en la formación de líderes que, a su vez, serían los protagonistas de la misión.
Jesús eligió a doce discípulos, en su mayoría hombres comunes sin títulos académicos o prestigio social. Lo que los diferenciaba era su disposición a aprender, su honestidad para confesar sus necesidades y su obediencia a Jesús. El Salvador no se preocupó por programas elaborados, sino por la transformación de vidas individuales.
Esa fue su estrategia: cambiar a unos pocos que cambiarían al mundo.
El primer paso en el método de Jesús fue llamar a estos hombres y permanecer con ellos. Él vivió su vida frente a ellos, demostrando cómo ser un seguidor de Dios. Los discípulos aprendieron mediante la asociación personal, no a través de explicaciones abstractas, y esto los llevó a tener una experiencia genuina con Dios.
Jesús les enseñó a conocerlo en profundidad, mostrando un ejemplo de consagración absoluta a la voluntad de Dios. Su entrega total se convirtió en la norma para los discípulos. Jesús no buscaba su propia voluntad sino la del Padre, y esta fue la clave para transformar sus vidas.
Un aspecto importante del método de Jesús fue la delegación. Les asignó trabajo a sus discípulos, dándoles responsabilidades específicas en su misión. Los envió a predicar y a sanar, lo que les permitió aprender a confiar en Dios y a ejercer la fe. Jesús no imponía tareas sin preparación; más bien, capacitaba a sus seguidores para cumplirlas.
Jesús no estaba interesado en impresionar a las multitudes con programas masivos, sino en formar a líderes que serían testigos vivos del evangelio. Su enfoque era centrarse en unos pocos para que pudieran influir en muchos. Esta estrategia permitía que la transformación individual tuviera un impacto a largo plazo en la sociedad.
Hoy en día, la Iglesia a menudo se enfrenta al desafío de utilizar métodos efectivos de evangelización y formación de líderes. El enfoque de Jesús nos recuerda que la evangelización no se trata de programas elaborados, sino de la formación de discípulos comprometidos. Es importante comenzar con unos pocos y prepararlos a través de la asociación personal y la delegación de responsabilidades.
El método de Jesús no buscaba la cantidad, sino la calidad de los seguidores. La formación de líderes comprometidos es esencial para la misión de la Iglesia en el mundo. La Iglesia debe estar dispuesta a invertir tiempo y esfuerzo en la preparación de aquellos que serán testigos vivos del evangelio. Solo entonces podremos ver un verdadero impacto en la sociedad y cumplir la Gran Comisión de Cristo.
El método de Jesús para salvar al mundo se basa en la formación de discípulos íntimos, la entrega total a la voluntad de Dios y la delegación de responsabilidades en la misión. Este enfoque nos recuerda que la evangelización efectiva se logra a través de la formación de líderes comprometidos que influirán en otros. Al seguir el método de Jesús, la Iglesia puede alcanzar su objetivo de salvar al mundo y cumplir su misión mundial.
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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