¿Se salvarán los niños que mueren a temprana edad? Una perspectiva bíblica

El destino de los niños que fallecen a temprana edad es una de las preguntas más sensibles dentro del cristianismo. Aunque la Biblia no aborda este tema de manera explícita, podemos extraer algunas enseñanzas clave que nos ayudan a comprender la naturaleza del amor y la justicia de Dios.

1. La Responsabilidad Personal ante el Pecado

Una de las primeras ideas que la Biblia deja en claro es que Dios no hace responsables a los hijos por los pecados de sus padres. En Ezequiel 18:4, 20 leemos: «El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo«. Esto nos sugiere que los niños no son juzgados por las decisiones de sus progenitores, sino que Dios considera a cada individuo según su propia realidad.

Esta enseñanza entra en conflicto con la doctrina del pecado original, que sostiene que todos los seres humanos heredan la culpa del pecado de Adán y Eva. Si Dios mismo declara que los hijos no son responsables del pecado de sus padres, resulta contradictorio que Él castigue a la humanidad por el pecado de sus primeros progenitores. Además, la Biblia presenta a Dios como un juez justo (Deuteronomio 32:4), lo que significa que no condenaría a nadie sin causa propia. La idea del pecado original sugiere un Dios que castiga indiscriminadamente, algo que no se alinea con la imagen de un Dios amoroso y justo que encontramos en las Escrituras.

El libro de Romanos 5:12 es frecuentemente utilizado para apoyar la doctrina del pecado original, pero un análisis detallado muestra que Pablo explica la entrada del pecado y la muerte en el mundo a través de Adán, sin indicar que todos son culpables automáticamente. Más bien, en el versículo 19, Pablo contrasta a Adán con Cristo, destacando que así como la desobediencia de uno trajo el pecado al mundo, la obediencia de Cristo ofrece justificación para todos los que creen. Esto refuerza la idea de que la salvación y el juicio son cuestiones personales y no heredadas.

La caída de Adán trajo la naturaleza pecaminosa y la condenación al mundo, mientras que la obediencia de Cristo trae justificación y vida. Sin embargo, el pecado que conlleva condenación no se transmite simplemente por nacimiento, sino por decisión personal. Aunque nacemos con una naturaleza caída, la condenación ocurre cuando alguien peca conscientemente y rechaza la gracia de Dios. La muerte pasó a todos los hombres. Observa la justicia en esto: la muerte pasó a todos los hombres, “pues que todos pecaron”. Esto es coherente con lo que dice Ezequiel 18:20: «El alma que pecare, esa morirá«

Está claro que Adán no podía pasar a ninguno de sus descendientes una naturaleza más elevada que la que él mismo poseía; por lo tanto, el pecado de Adán hizo inevitable que todos sus descendientes nacieran con naturalezas pecaminosas. No obstante, la sentencia de muerte no pasa a todos por eso, sino porque todos han pecado.

Siendo así, los niños, que aún no tienen la capacidad de comprender y elegir el pecado, no pueden ser condenados. Aunque nacen con la naturaleza pecaminosa heredada de Adán, no han cometido actos de pecado consciente y voluntario.

Jesús mismo afirmó en Mateo 18:3-4 que el Reino de los Cielos es de quienes son como niños, y en Mateo 19:14 dijo:

«Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.»

Si los niños fueran condenados automáticamente por la caída de Adán, Jesús no habría declarado que el Reino de los Cielos les pertenece.

2. La Promesa de la Tierra Nueva y la Presencia de Niños

La Biblia menciona la presencia de niños en la tierra nueva. Isaías 11:6 dice: «Morarà el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará». Este pasaje simboliza la restauración perfecta del mundo y nos brinda esperanza de que los niños también formarán parte de ese reino glorioso.

3. Cristo y los Niños

Jesús mostró un amor especial por los niños y los presentó como ejemplo de humildad y fe. En Mateo 19:13-15, Marcos 10:13-16 y Lucas 18:15-17, Jesús reprende a sus discípulos por impedir que los niños se acerquen a él, y declara: «Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos». Estas palabras refuerzan la idea de que los niños ocupan un lugar especial en el corazón de Dios y en su reino eterno.

4. La Justicia y el Amor de Dios

El Salmo 103:14 nos recuerda que Dios «conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo». En Lucas 12:48, Jesús enseñó que la responsabilidad de una persona será acorde con la luz que haya recibido: «A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará». Esto nos da la certeza de que Dios juzga a cada ser humano con justicia y amor, teniendo en cuenta las circunstancias de su vida y su conocimiento de la verdad.

5. Perspectiva de Elena G. de White

Elena G. de White, escritora y pionera adventista, también abordó esta cuestión en varias de sus obras. En «Conducción del niño», página 536, ella escribe a una madre enlutada: «Ud. pregunta si su hijito será salvo… Veremos de nuevo a nuestros hijos. Nos encontraremos con ellos y los reconoceremos en los atrios celestiales. Ponga su confianza en el Señor y no tema«.

Otra cita conmovedora se encuentra en la página 297 del mismo libro: «Cuando los niñitos salen inmortalizados de sus lechos polvorientos, inmediatamente vuelan hacia los brazos de sus madres. Se reúnen para nunca más separarse». Estas palabras dan consuelo a los padres que han perdido a sus pequeños, afirmando la esperanza de un reencuentro en el cielo.

6. La Salvación de los Hijos de Incrédulos

Algunas personas se preguntan si los niños de padres incrédulos podrán ser salvos. Elena G. de White mencionó que este es un tema que la Biblia no aclara en su totalidad y que no debemos especular sobre ello. Ella escribió: «No podemos decir si todos los hijos de padres incrédulos serán salvados, porque Dios no nos ha dado a conocer su propósito con respecto a este asunto».

Sin embargo, también destacó que algunos padres incrédulos educan a sus hijos con principios de amor, respeto y obediencia, y que podrían estar más preparados para el reino de Dios que los hijos de algunos creyentes que no han sido bien guiados. La responsabilidad de los padres en la formación del carácter de sus hijos es un factor clave en su destino eterno.

7. La salvación de niños que murieron en Sodoma y Gomorra, en el Diluvio y en las guerras del Antiguo Testamento

Los niños que murieron en el diluvio o en la destrucción de Sodoma y Gomorra experimentaron la primera muerte, que es la muerte física, pero no necesariamente la segunda muerte o muerte eterna (Apocalipsis 20:14-15). El mismo principio se aplica a los niños que murieron en las guerras y destrucciones de pueblos en el Antiguo Testamento. Estas muertes fueron parte de la primera muerte, que es temporal y física, pero no significan necesariamente su condenación en la segunda muerte.

La primera muerte es temporal y afecta a todos los seres humanos debido a la naturaleza del mundo caído. En cambio, la segunda muerte es el destino final de aquellos que rechazan a Dios y persisten en el pecado sin arrepentimiento.

Dado que los niños no tenían plena conciencia ni responsabilidad sobre el pecado de sus sociedades, es razonable pensar que Dios, en su justicia y misericordia, los tendrá en cuenta en la resurrección. Esto concuerda con la idea de que Dios no condena injustamente (Génesis 18:25).

La salvación fue ofrecida a las personas que vivieron antes del diluvio, también a los habitantes de Sodoma y Gomorra, igualmente a los egipcios durante la décima plaga especialmente, así como en las demás destrucciones de pueblos enteros. El juicio de Dios no fue impulsivo ni arbitrario, sino que hubo advertencias previas y un tiempo de gracia para el arrepentimiento (tenemos el ejemplo de Nínive). Fue su propio rechazo de la vida lo que condenó a sus hijos inocentes a la muerte. Lo que entendemos, como cristianos, es que Dios no tendrá en cuenta la mala decisión de los padres contra sus hijos. Ellos tendrán vida eterna a pesar del mal que hayan hecho sus padres.

Algunos preguntan por qué no se podía salvar a los niños. Si sólo se destruyera a los adultos y a los niños mayores, ¿quién cuidaría de los niños? ¿Cuál es una muerte más cruel: una muerte instantánea por la espada o una muerte prolongada por inanición? Dios eligió, en cambio, destruir a los adultos y llevar a los niños a la primera muerte. Es triste, pero los hijos terminan soportando las consecuencias de los pecados de sus padres.

Fueron las decisiones de los pecadores adultos quienes finalmente la que llevó a la muerte de todo el grupo, incluidos sus hijos (a quienes, en muchos casos, ellos mismos ya estaban matando y entregando en sacrificios).

8. Confiando en el Plan de Dios

A lo largo de la historia, muchas madres y padres han llorado la pérdida de sus pequeños. Sin embargo, la Biblia nos llama a confiar en el amor y la justicia de Dios.

Cuando Herodes ordenó la matanza de los niños en Belén, Dios dio un mensaje de consuelo a las madres dolientes en Jeremías 31:16-17: «Reprime tu voz del llanto, y tus ojos de las lágrimas; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo». Este pasaje apunta a la esperanza de la resurrección y la restauración de los pequeños.

Conclusión

Las enseñanzas de Cristo, la justicia y amor de Dios, y los escritos inspiradores de Elena G. de White nos dan razones para tener esperanza. Podemos confiar en que Dios hará lo mejor para cada criatura y que en el cielo, las familias podrán reunirse nuevamente con sus pequeños amados.

Que esta esperanza llene de paz el corazón de aquellos que han perdido a un niño, sabiendo que Dios los sostiene con su amor infinito y promete un futuro en el que no habrá más lágrimas ni despedidas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pensamiento de hoy

- Elena G. White


Síguenos en las redes:
Telegram
WhatsApp
Facebook